lunes, 4 de enero de 2016

Esbozos sobre cuatro revistas literarias (1)

Esbozo número 01: Cuatro poetas en Proa

Luego de los dos números de Prisma (revista mural que lanzara un grupo de jóvenes encabezados por Borges, a fines de 1921) una nueva revista -apenas algunos meses después, pero ya en 1922-, una especie de continuación robustecida a partir de la incorporación tutelar de Macedonio Fernández (20 años mayor que el veinteañero grupo, precursor de vanguardias, y modelo a seguir) vería la luz bajo el clarificador nombre de Proa.
            Las ideas ultraístas manifestadas en Prisma seguirían vigentes en la nueva revista, que alcanzaría ese año escasos (pero significativos) tres números. En agosto de 1924, sin embargo, y ante un nuevo impulso (este, mucho más ambicioso que el primero) una segunda etapa de la revista comenzaría; en la que buscaba ser reflejo y expresión, ya no del ultraísmo importado de España, sino de todo un grupo plural de jóvenes escritores que, a través de carta de Güiraldes a Borges, era convocado a demostrar su valía.

         La segunda época de Proa es la culminación del ultraísmo y debe situarse en el extremo de la línea que se inicia con Prisma y continúa con la primera Proa. Surge la revista “en medio de un florecimiento insólito” –acota la declaración inaugural- “jamás nuestro país, ha vivido tan intensamente como ahora, la vida del espíritu”. Así era: libros y revistas de toda índole sacudían, casi a diario la antigua modorra: Martín Fierro, Inicial, Valoraciones, Babel, Extema Izquierda, Noticias Literarias, Eldorado, Los pensadores, Ichthys, Biblos, desde Buenos Aires y otros puntos del país, atronaban con el mensaje de los nuevos, expresados desde todos los ángulos. En medio del tráfago Proa pretende ser un órgano de consolidación. No insiste en el planteo generacional reducido a los límites del tiempo y la biología”.
           (…)
           Proa quiere ser el “primer exponente de la unión de los jóvenes”.[1]

               La pluralidad de esos jóvenes queda evidenciada, por ejemplo, en la selección de cuatro poemas publicados en los primeros números de esta segunda etapa. La inclusión del “Poema 8” del reciente Veinte poemas de amor y una canción desesperada, del jovencísimo y aún semidesconocido Pablo Neruda (al que acompañará una nota introductora sobre el autor) en el segundo número de la revista; la selección de “Árbol de navidad”, de Raúl González Tuñon, en el número 5; la de “Ditirambo de la noche”, de Leopoldo Marechal, en el número 06; y la de “Los grandes pájaros del mar”, del uruguayo Gilberto Caetano Fabregat, resultan una prueba evidente de ello.

Poema 8
            Tal como lo indica la nota introductoria (“Noticia sobre Pablo Neruda”) el número  de la revista en el que se encuentra publicado el poema pertenece a 1924, mismo año en el que Neruda publicara el famoso poemario que lo contiene. Para ese año, Neruda era un jovencísimo poeta, de apenas 19 años.
            La inmediata publicación del poema sugiere la aguda atención que prestaba la revista a sus congéneres, más allá de las fronteras de Buenos Aires, y aún de la república. Con apenas un título publicado, Neruda aún no había llamado la atención de muchos, pero no pasaba desapercibido ante una revista que buscaba, sobre todo, presentar y defender la nueva poesía.
            El vínculo entre los jóvenes porteños y el autor chileno había nacido por medio de Borges, quien había iniciado un intercambio epistolar con Neruda por medio, a su vez, de un amigo Chileno. En la tertulia de Rafael Cansinos-Assens, que se hacía en Madrid en el café Colonial, conocí a un muchacho chileno llamado Salvador Reyes - me contó Borges­. Cuando regresamos a nuestros países nos seguimos escribiendo. Reyes me presentó por carta a Alberto Rojas Jiménez, que fue mi gran amigo epistolar; luego él me presentó a Pablo Neruda, con el que también nos carteamos durante un largo período. En las palabras del propio Borges[2] las discusiones por las nuevas formas poéticas y las ideas vanguardistas del ultraísmo español aparecen como el nexo vinculante entre los dos escritores. Demostrando que las inquietudes vanguardistas sobrevolaban la orbe.
            Y esa afinidad literaria era recompensada desde uno y otro lado de la cordillera: Fuimos amigos cuando éramos muchachos ­agregó con nostalgia­. Nos escribimos durante un largo tiempo y nos publicamos nuestros poemas. Yo comenté su primer libro en la revista Claridad, que hacíamos los estudiantes de la Universidad de Chile. A principios de los años treinta, cuando fui cónsul en Buenos Aires, nos conocimos en casa de Oliverio Girondo, pero la relación no funcionó[3]. En un contexto de colaboración literaria (que no excluía, por supuesto, el beneficio  publicitario, y el mayor o menor prestigio de figurar en una publicación más allá de las propias fronteras) la inclusión de Neruda en Proa (así como la de Borges en la Claridad chilena) trasluce un momento de confraternidad en una generación que aún no conocía de feroces competencias ni de irreconciliables divisiones políticas.
            En el “Poema 8” ciertos rasgos del ultraísmo se hacen presentes: la proliferación de metáforas, el verso libre, el tono confesional. También la influencia de Whitman, en su conjugación de la experiencia humana, la fuerza y la vitalidad de a naturaleza, y un lenguaje que sin dejar de aspirar a lo literario no pierda accesibilidad. El poema, como el resto de los diecinueve que pueblan el volumen, canta al amor, recordando la dicha desde la tristeza, que ocasiona la ausencia y el recuerdo (Soy el desesperado, la palabra sin ecos, / el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo). La naturaleza sea hace omnipresente como elemento supletorio de la amada (abaja blanca, última rosa, brazos de flor y regazo de rosas, caracoles blancos,  mariposa de sombra, etc…). Esta omnipresencia del sentimiento, la ausencia, la amada y la naturaleza, privan de aparición a aquellos elementos que en el futuro (no todavía) se apropiaran  de la obra de Neruda, dando paso a la mirada política, que reclama la más inmediata (y desesperante) realidad.
            Una realidad que ya se deja entrever y pide permiso en los primeros poemas de Raúl González Tuñon.    

El árbol de navidad
            Sin necesidad de epistolario ni introducción de por medio, la presencia de Raúl González Tuñon en las páginas de Proa ocurre naturalmente; el autor es uno de sus colaboradores principales desde los primeros números.
            Su poesía, ya desde temprano, reflectaria de las falencias del sistema, funciona como el lado sombrío del fervor que Borges sintiera por una idílica Buenos Aires destilada de pobreza. La pieza publicada en el número cinco abunda en precariedad y desolación, en una publicación que todavía no había recibido los embates de Los pensadores, revista de corte social que iniciaría la famosa bipolaridad “Florida”-“Boedo”. En una muestra más del amplio horizonte al que Proa anhelaba.
            En “El árbol de navidad”, González Tuñon, que pasearía su obra entre un bando y otro, resalta (como también lo haría en su popular “Eche veinte centavos a la ranura”) la división entre el mundo del consumo y la festividad. Empleando tempranamente rasgo que luego adquirirían fuerza en el realismo socialista, profesado por revistas como “Claridad”, “Campana de Palo”, “La protesta”, y otras.      
            Durante el poema nos encontramos con las calles largas de indiferencia, que ven pasar a quien espera en vano a los Reyes ya que él no tiene estrella. El deseo se agrupa en las vidrieras, se agrupa pero no se consume, anhelante de los objetos preciados que el mercado ofrece y que no todos pueden comprar. Los aguinaldos de los trabajadores se hacen presentes hasta en el delantal de las niñeras, y la pregunta se responde con una única respuesta ¿Y para mí no hay fiestas ni tambores? /Digo: y la lluvia es el mejor regalo. Y la segunda parte del poema, que suma a la ausencia de la amada, no menos angustiante. La pueblan el infaltable cuento amargo de Pascuas, la corrección de pruebas de la imprenta (verso que convierte a la literatura en trabajo), el niño que se muere de frío en la mañana, la conciencia de la promesa no saldada, ya que no pagué en la casa de pensión aquella larga deuda

Ditirambo a la noche
            Otro de los colaboradores naturales, Leopoldo Marechal, estuvo también presente desde los primeros números de la revista. Su admiración por Macedonio Fernández, su amistad con González Tuñon, su asistencia a los salones del famoso cabaret Tabaris a los que invitaba Ricardo Güiraldes, lo hacían participe del grupo de jóvenes  que nucleaba la revista.
            Marechal había publicado ya para la fecha del número 06 de Proa su primer libro de poemas Los aguiluchos (1922), pero aún no renegaba de la estética vanguardista ni su obra había sida atravesada por sus simpatías políticas. El enfrentamiento con Borges (y con la literatura que este representaba) todavía no se había consumado, y la presencia de la torre de marfil en la construcción literaria no era vista despectivamente, ni la faceta popular  reclamaba su inevitable presencia.
            En su Ditirambo a la noche, liberado de futuras ideas, impone el verso libre y lo nocturno eleva al poeta a ese otro mundo, el de la noche, en el que a través de la fantasía, / tejedora nocturna de encrespado testuz todo se sublima: Todo en ti  es armonioso: / tus largas calles de enamorados, / tu luna mordida de poetas / tus soles nigrománticos / y tus silencio, animador de las voces humildes (…) Todo lo tienes, noche!

 Los grandes pájaros de la noche
            Gilberto Caetano Fabregat es, sin duda alguna, el más desconocido de los cuatro poetas. Y una vez más debemos detenernos ante la aguda atención que Proa prestaba a lo contemporáneo, trascendiendo también aquí, las fronteras.
            Convertido hoy en día en un poeta menor, la conexión del autor con la revista parecería venir, también en este caso, por el lado de Jorge Luis Borges. Al menos así lo sugiere el volumen de 1927, (apenas dos años posterior a la publicación del poema en la revista) titulado Antología de la moderna poesía uruguaya 1900-1927, que cuenta con unas palabras finales por Jorge Luis Borges. En él, en la sección “Poetas novísimos” (las otras secciones son “Precursores y otros poetas”, “Poetas nuevos” y “Apéndice” –en este último se dan referencia de los poetas seleccionados, haciendo mención a la colaboración de Fabregat en Proa) se encuentra (además del entregado a la revista) un segundo poema “Canto llano de medianoche”, en el que, a diferencia de Marechal, la noche está teñida de ciudad y de puerto, y algunos versos sugieren la vanguardia en su faceta futurista, a través de las hélices de los barcos, los lebreles transatlánticos de antenas prolongadas y los buques anchos fondeados en los muelles.     
            En Los grandes pájaros… en cambio, el punto principal pareciera ser la contemplación y la reflección antes esas gaviotas que suspendidas en el aire (pilotos inmutables) desafían el espacio y también el tiempo repitiendo el eterno camino que vuelve a iniciarse año tras año por los mismos pájaros que, en su pluralidad de especie, desafían la muerte y el ayer: siguen lentos por las rutas de antes / a través del tiempo y de los climas. / ¿qué fue del ayer? / ¿a dónde volaros tus sueños sin vuelta?.
               Ambas ideas, sin duda afines, a una poética borgeana que atraviesa la obra el autor argentino, y que ya se deja traslucir en Fervor de Buenos Aires, libro publicado casi al mismo tiempo en que la segunda etapa de Proa salía a la luz.

              


Bibliografía citada

Alifano, Roberto: “Borges  y Neruda: Una secreta relación literaria”. Disponible en: letras.s5.com/neruda011103.htm
Fabregat, Gilberto Caetano: “Canto llano de medianoche”, en Antología de la moderna poesía uruguaya 1900-1927. (Selección de Idelfonso Pereda Valdes). El Ateneo. 1927. Disponible en: autoresdeluruguay.uy/biblioteca/Blanca_Luz_Brum/lib/exe/fetch.php?media=pereda_-_antologia_de_la_moderna_poesia_uruguaya.pdf
Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas literarias argetninas (1893-1960). Ediciones Culturales Argentinas. 1962.

Bibliografía consultada

Antología (Selección de Idelfonso Pereda Valdes): Antología de la moderna poesía uruguaya 1900-1927. (Selección de Idelfonso Pereda Valdes). El Ateneo. 1927. Disponible en:
autoresdeluruguay.uy/biblioteca/Blanca_Luz_Brum/lib/exe/fetch.php?media=pereda_-_antologia_de_la_moderna_poesia_uruguaya.pdf
Artundo, Patricia: “Reflexiones en torno a un nuevo objeto de estudio: Las revistas literarias”. Disponible en: memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.1028/ev.1028.pdf
Faillace, Magdalena (coordinadora): Vanguardias literarias argentinas. 1920-1940. Ministerio de relaciones exteriores, Comercio internacional y Culto. 2010.
Salas, Horacio: Lecturas de la memoria. Fondo de cultura económica. 2005.




[1] Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas literarias argetninas (1893-1960). Ediciones Culturales Argentinas. 1962. Págs.: 88 y 89.

[2] Citadas en Alifano, Roberto: “Borges  y Neruda: Una secreta relación literaria”. Disponible en: letras.s5.com/neruda011103.htm
[3] Ibidem

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