La edición de la
revista Sur fue una iniciativa de
Victoria Ocampo, quien, proveniente de la elite oligárquica argentina, destinó
buena parte de su fortuna heredada a fundar y mantener la revista durante más
de 60 años.
La iniciativa de fundar la revista
había sido del escritor e hispanoamericanista estadounidense Waldo Frank, amigo
de Victoria Ocampo, y contó con el fundamental apoyo del ya prestigioso
filósofo español José Ortega y Gasset. En “Victoria Ocampo: la escritora y su
disfraz” Horacio Salas afirma que “tras meses de insistentes presiones de Waldo
Frank, Victoria cedió y decidió fundar la revista Sur, que habría de aparecer en Enero de 1931” [1].
Desde un primer momento la revista
tuvo colaboradores del exterior de importante renombre. Además de los propios
Waldo Frank y Ortega y Gasset, la revista contó con frecuentes colaboraciones
de autores internacionales como el también español Guillermo de Torre, el
dominicano Pedro Henríquez Ureña, el mexicano Alfonso Reyes, el uruguayo Jules
Superville, el francés Pierre Drieu La Rochelle o el suizo Ernest Ansermet. Todas firmas
que respaldaban la iniciativa de la revista a través de la conformación de un
“Consejo Extranjero”, tal como en el número inicial este selecto grupo (a los
que se le sumaban, por supuesto, los de Frank y Ortega y Gasset) era presentado.
La publicación había tomado como
modelo a dos prestigias revistas como la francesa Nouvelle Revue Française y la española Revista de Occidente, dirigida por el propio Ortega y Gasset. Pero
a pesar de sus nombres, sin embargo, y de la lujosa impresión con la que había
sido editada, la recepción de la revista no fue la esperada. Sin duda el origen
aristócrata de Victoria Ocampo que le permitía darse cualquier tipo de lujos (el
de publicar una revista literaria o cultural, por caso) sin demasiado esfuerzo[2], sumado
a su condición de mujer, hicieron que la publicación fuera vista con cierto
reparo. En una carta a Ortega Gasset la propia Victoria Ocampo le escribía:
“Aquí Sur ha sido acogida como si
todas las semanas salieran revistas semejantes. (…). Sé que no tengo que contar
con la adhesión de la gente, puesto que me he propuesto gustarme: eso significa no gustarle a ellos. Sin embargo la
hostilidad prevista me sorprende y me hiere, me irrita y me deprime”[3].
Pero con el correr de los años, y
gracias a la innegable calidad de artículos y autores presentados, la revista
fue ganando un espacio cada vez más importante en el espectro cultural
argentino, y llegaría a prolongarse desde ese primer número de enero de 1931
hasta 1992, 13 años posteriores al fallecimiento de su fundadora. Aunque (y
especialmente luego de 1966) la periodicidad de la publicación haya ido
espaciándose con el correr de los años.
Durante todo ese periodo la revista
alcanzó a publicar un total de 371 números, por los cuales llegaron ha pasar
centenares de escritores de prestigio.
De los escritores argentinos
involucrados en la revista quizás quepa destacar principalmente al trío
conformado por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo (hermana
de Victoria), quienes a partir de su mirada abarcadora sobre la cultura de
occidente y una producción a la vez localista y universal (que problematiza la
relación cultural entre la marginalidad de América del sur y la centralidad Europea)
representaban (más allá de cierta tirantez en la relación personal que con
Victoria pudieran tener) el espíritu de la revista.[4] Otros
escritores como Eduardo Mallea, Oliverio Girondo, (estos dos provenientes, al
igual que Borges, de la extinta Martín
Fierro), Horacio Quiroga, José Bianco, Ernesto Sábato, Jaime Rest, y
decenas de nombres más, fueron asiduos colaboradores y vertieron sobre las
páginas de la revista la calidad de su escritura, siendo también partícipes
incluso, muchos de ellos, del otro gran emprendimiento (hermano de la revista) que
Victoria Ocampo fundara: la Editorial Sur
con la cual compartiría el nombre.
Colaboradores de renombre del
exterior fueron Federico García Lorca, Gabriel García Márquez, Gabriela
Mistral, Pablo Neruda, María Luisa Bombal, entre los escritores de habla
hispana. Y Alfred Metraux, Henri Michaux, Rabindranath Tagore, Le Corbusier; entre
tantos, otros los del resto de occidente. Varios de estos últimos, incluso, realizaron
visitas al país como ilustres invitados (especialmente durante el periodo en el
que se extendió la segunda guerra mundial) en viajes financiados por la propia
Victoria Ocampo, para participar de debates y dictar conferencias que luego
eran recogidas y editadas como artículos para ser publicadas en la revista.
2
Si bien la poesía y el cuento
tuvieron un espacio importante en la revista, tanto a partir de la publicación
de escritores nacionales (muchos de los primeros cuentos de Borges) y
latinoamericanos (Octavio Paz, Gabriela Mistral, Pablo Neruda), como de piezas traducidas (pertenecientes, la mayoría, a
escritores europeos y estadounidenses contemporáneos, aún desconocidos para el
público local) el mayor espacio de la revista estuvo dedicado al texto
reflexivo en sus diversas formas, ya fueran el ensayo, la crítica o la reseña.
Relacionado a este fuerte interés
por la traducción y presentación de autores extranjeros (“La propia Victoria se
encargó de traducir a Albert Camus, William Faulkner, Graham Greene, Lanza del
Vasta, T. E. Lawrence, Dylan Thomas”.[5] “Entre
las décadas del 20 y el 40, Borges dará a conocer a los lectores hispánicos
buen número de autores (…) Whitman, Chesterton, Wells, Kipling, Kafka, Joyce,
Virginia Woolf, Faulkner, André Gide, T. S. Eliot, (…) en la prestigiosa Sur, que dirige Victoria Ocampo”[6]) la
predominancia de los artículos de tipo reflexivo estaba abocada, en su gran
mayoría, a relacionar (y a la manera en la que se relacionaba y podía llegar a
relacionarse) la acotada tradición local con la del resto de occidente, de
manera que la identidad nacional no quedase desdibujada, pero tampoco reducida
a un pobre provincianismo.
La relevancia de esta cuestión es
señalada por Beatriz Sarlo cuando afirma que “revista cosmopolita, donde el lugar
del traductor y del introductor era, sin exageraciones, central, Sur se movía con la convicción de que la
literatura argentina precisaba de este vínculo con la europea y la
norteamericana; agitó la idea (a veces omnipotente, en ocasiones ridícula por su
estilo) de que la actividad de importación, que incluía a libros y personas,
cerraba los huecos de la cultura argentina, producidos por la distancia, la
juventud sin tradiciones del país, por la ausencia de linajes y maestro”.[7]
A través de los distintos textos que
presentaban autores, reseñaban libros y ensayaban sobre el valor de tal o cual
escritor, la revista buscaba constituirse en un puente entre aquello que
pensaba como el centro de la cultura, y la marginalidad sudamericana; al mismo
tiempo que intentaba, por medio de la publicación de notas referidas a temas y
disputas universales -que se extendían más allá de la realidad nacional-
introducir a la región a ese centro. Al respecto de este punto, la invitación y
financiación de los viajes de cuantiosos artistas y escritores, así como la cantidad
de páginas dedicadas a expresar la férrea posición antitotalitaria de la
revista frente a los conflictos internacionales, el franquismo en España, en
primer lugar (el primer libro publicado por la Editorial Sur es el Romancero gitano, de Federico García
Lorca en 1933) y sobre todo su rechazo al nazismo (que confrontaba con la
neutralidad argentina) configuraban su más clara intención de introducirse en
ese mundo, y de participar activamente en las problemáticas centrales de
occidente.
Esa postura antitotalitaria fue la que llevó a
Sur a oponerse al ideario de la revolución
cubana y, especialmente, al peronismo, lo que quizás pueda explica, en gran
parte, el inicio de su decadencia. Este enfrentamiento (el de la revista con el
movimiento popular) constituyó uno de los elementos principales que iniciarían
un decaimiento de la revista que luego profundizarían la avanzada edad de su
fundadora y alma Mater, y el alejamiento de esos jóvenes escritores que, ya en
plena madurez, concentraban sus energías en sus propias obras.
La aguda crítica de la revista al
peronismo, que hacía caso omiso a cualquier virtud que en él pudiera
encontrarse, acentuaron una postura estética y política vinculadas a los
movimientos extranjeros, que, a contra marcha de su inicial intención,
ampliaron la distancia que había entre ese grupo de intelectuales que
conformaban Sur (siempre pertenecientes
a las clases acomodadas, medias y altas) y el resto de la sociedad. Una distancia
que como puente habían querido (y en gran parte conseguido) anular.
Todo un nuevo público lector, y más
importante una nueva realidad, que comenzaba a constituirse a partir de la
inmigración interna suscitada por el peronismo (y por el peronismo mismo) se
encontró frente a una revista que demonizaba aquello que les había permitido
ser, lo que los dejaba sin la posibilidad de establecer con la publicación ningún
tipo de vínculo posible.
Y aquellos jóvenes intelectuales,
egresados o estudiantes de la facultad de filosofía y letras (último recóndito
de público en el que todavía podía encontrar eco la revista) ya habían
comenzado a mirar al mundo atravesados por las lecturas de autores como Sartre que imponían (contrariamente
a la propuesta de Sur) una producción
intelectual imprescindiblemente marcada por el aquí y ahora, que dejaba a la
revista con un público y una trascendencia cada vez más acotada.
Bibliografía citada
Salazar Anglada, Aníbal: “Teoría y práctica de la traducción en Borges. Una
historia personal de la lectura”, en Romana García, María Luisa [ed.] II AIETI.
Actas del II Congreso Internacional de la Asociación Ibérica
de Estudios de Traducción e Interpretación
Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las
revistas literarias argetninas (1893-1960). Ediciones Culturales
Argentinas. Buenos Aires. 1962.
Salas, Horacio: Lecturas de la
memoria. Fondo de cultura económica. Buenos Aires. 2005.
Sarlo, Beatriz, Altamirano, Carlos: Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la Vanguardia. Editorial
Ariel. Buenos Aires. 1983.
Bibliografía consultada
Artundo, Patricia: “Reflexiones en torno a un nuevo objeto de estudio: Las
revistas literarias”. Disponible en: memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.1028/ev.1028.pdf
Bordelois, Ivonne: “Sur”.
Reseña publicada en la página web: “Proyecto Villa Ocampo”. Disponible en:
http://www.villaocampo.org/web/content/sur
Burgos, Nadia: “Los
intelectuales argentinos del grupo Sur ante la segunda guerra mundial”. 49°
Congreso Internacional de Americanistas. Quito, Ecuador. Disponible en:
http://www.equiponaya.com.ar/congresos/contenido/49CAI/Burgos.htm
Faillace, Magdalena (coordinadora): Vanguardias
literarias argentinas. 1920-1940. Ministerio de relaciones exteriores,
Comercio internacional y Culto. Buenos Aires. 2010.
Mangone, Carlos; Warle, Jorge: “Prólogo”, en Contorno (selección). Centro Editor de América Latina. Buenos
Aires. 1993.
Otal Landi, Julián: La rebelión en las
letras. Cultura y contradiscursos de la revista Sur frente a la irrupción de la
contracultura peronista. Sin datos de edición. Disponible en:
http://es.scribd.com/doc/7620202/La-Rebelion-de-Las-Letras-Cultura-y-contradiscursos-de-la-revista-Sur-frente-a-la-irrupcion-de-la-contracultura-peronista-Julian-Otal-Landi#scribd
[1] Salas, Horacio: “Victoria Ocampo: La escritora y su
disfraz”. En Lecturas de la memoria. Fondo
de cultura económica. 2005. Buenos Aires.
Pág.:158.
[2] Quizás resulta pertinente mencionar que el primer
número de la revista, tal como lo señalan Lafleur, Provenzano y Alonso, había
sido “un magnífico volumen ilustrado de 200 páginas, impreso en papel especial”
lujo que se encontraba a años luz de las posibilidades de publicación de un
primer número de cualquier publicación competidora. Cita de Lafleur, Héctor
René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas literarias argentinas (1893-1960). Ediciones
Culturales Argentinas. 1962. Buenos Aires. Pág.: 140.
[3] Salas, Horacio: Ibídem. Pág.: 159.
[4] De las múltiples colaboraciones de Borges en la
revista, de hecho, existe una recopilación titulada Borges en Sur. 1931-1980. Editorial Emecé. 1999. Buenos Aires.
[5] Salas, Horacio: Ibídem. Pág.: 163.
[6] Salazar Anglada, Aníbal: “Teoría y práctica de la
traducción en Borges. Una historia personal de la lectura”, en Romana García,
María Luisa [ed.] II AIETI. Actas del II Congreso Internacional de la Asociación Ibérica
de Estudios de Traducción e Interpretación. Madrid, 9-11 de febrero de 2005.
Madrid: AIETI, pp. 1028-1040. Versión electrónica disponible en la web de la AIETI : aieti.eu/pubs/actas/II/AIETI_2_ASA_Teoria.pdf
[7] Sarlo, Beatriz:
“La perspectiva americana en los primeros años de Sur”. En Ensayos Argentinos.
De Sarmiento a la Vanguardia. Altamirano , Carlos; Sarlo, Beatriz. Editorial Ariel. 1983.
Buenos Aires. Pág.: 262.
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