“Martín Fierro –segunda época es la revista más conocida y más
comentada de la nueva generación. En artículos, conferencias, ateneos, se glosa
su desenfado, la gracia insuperable de sus epitafios, el revuelo que provocaba
en el mundillo literario cada una de sus apariciones, las polémicas –reales o
fraguadas- con que matizó su trayectoria. (…). Todo, o casi todo, es chacota,
solfa, eutrapelia liviana o andanada de gruesa munición, particularmente en los
primeros tiempos.”[1]
“El manifiesto,
que además de aparecer en la tapa de la revista fue volanteado por el centro,
tuvo una repercusión exagerada. (…). Incluso Conrado Nalé Roxlo se alejó del
grupo primitivo, descontento con el texto de Girondo y con la nueva orientación
que implicaba, pero a partir de esa fecha se incorporaron nuevos y decisivos
colaboradores. (…). Desde entonces, Martín
Fierro adquiere su carácter definitivo de nucleador de la juventud
artística de vanguardia y marca la aparición del martinfierrismo en tanto corriente estética, tal como fue
reconocida por la historia de la literatura.”[2]
“El enfrentamiento –evidentemente sobredimensionado-
entre la escuela de Florida, integrada por los martinfierristas y los
redactores de Proa, y la escuela de
Boedo, que agrupaba a los escritores cercanos a las revistas Los Pensadores
y Claridad, se transformó en un punto
de estudio y de fricción en la literatura argentina contemporánea, que dividió
aguas y generó enconos. Incluso cuando los chisporroteos de aquella polémica ya
eran historia y los protagonistas habían sosegado sus dardos, seguidores de una
y otra corriente continuaron levantado aquellas viejas banderas impidiéndoles
perder vigencia”.[3]
“Apareció Extrema
izquierda. ¡Salutte! Muy realista, muy, muy humana. Sobre todo esto: hay en
sus páginas un realismo exuberante; el léxico que zarandean sus redactores es
de un extremado realismo: masturbación, prostitución, placas safilísticas (sic), piojos pelandrunas, que lo parió,
etc., etc., etc…. ¡Muy, muy realista!”[4]
La revista Martín Fierro –segunda época, fue una
publicación cuyo primer número salió a la luz durante el mes de mayo de 1924,
y, con una periodicidad quincenal, se prolongó durante 3 años, hasta 1927. El
segmento aclaratorio del nombre segunda
época, responde a que ya había habido una primera publicación, a cargo del
mismo director, Evar Méndez, durante 1919 y 1920, aunque de características
distintas (de calidad mucho más precaria y siguiendo una tendencia anarquista)
que apenas llegó a alcanzar escasos números.
La trascendencia en
la historia literaria argentina de la publicación, a partir de esta “segunda
época”, ha sido comentada y estudiada en una gran cantidad de trabajos, y si
bien se halla vinculada a múltiples factores, quizás los dos elementos
fundamentales sobre los que esa trascendencia se apoya puedan resultar ser aquellos
dos que aquí presentamos, y que se encuentran reflejados en cuatro textos que
hablan desde la primera persona del plural, en nombre de la propia revista.
1. La vanguardia.
a) El manifiesto:
El manifiesto
martinfierrista (1924, número 04, año 01) escrito por Oliverio Girondo,
representa un giro fundamental en la revista. Girondo, que había estado
viviendo en París, plasma en el texto una combinación de ideas de las distintas
vanguardias europeas en las que tanto él, como otros autores que serán
centrales en la revista (Borges, especialmente) se encontraban interesados.
Este giro hacía lo
irruptivo, la novedad y la disconformidad artística ante lo preestablecido, que
convertía la cuestión del arte en un eje central de la publicación, ocasionó
que autores como Nalé Roxlo, que habían arribado a la publicación con cierta
idea de continuidad de lo que había sido la primera época (más inclinada hacía
lo social y de inclinación anarquista), se alejasen de ella, cediendo el
protagonismo a los poetas y escritores más jóvenes.
En las líneas del
manifiesto martinfierrista se encuentra un eco del manifiesto futurista de
Marinetti, de 1909, y del ultraísmo.
La idea de que “un
automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que
la Victoria de Samotracia”,
de la vanguardia italiana, y la de que “un hispano-suiza[5]
es una obra de arte muchísimo más perfecta que una silla de manos de la época
de Luis XV”[6],
del martinfierrismo, son, esencialmente, la misma; e incluso la sintaxis del
fragmento de uno se repite en el fragmento del otro. La defenestración del establishment artístico también se
repite en ambos textos, y mientras el de Marinetti indique que “Queremos
destruir los museos, las bibliotecas, las academias variadas…” y “liberar este
país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de
anticuarios”, Girondo se parara en oposición “Frente a la funeraria solemnidad
del historiador y del catedrático, que momifica cuanto toca”.
Del ultraísmo, el
manifiesto de la revista tomará el rechazo al mimetismo, y la necesidad de
nuevas formas de sensibilidad y expresión. En su “Manifiesto del Ultra”[7],
Borges había expresado: “Existen dos estéticas: la estética pasiva de los
espejos y la estética activa de los prismas. Guiado por la primera, el arte se
transforma en una copia (…). Guiado por la segunda, el arte se redime (…)”[8];
Girondo, coincidentemente, ubicará a la revista “Frente al recetario que
inspira las elucubraciones de nuestros más “bellos” espíritus y la afición al
ANACRONISMO y al MIMETISMO que demuestran”.
Mientras que a la
“necesidad imprescindible de definirse y
de llamar a cuantos sean capaces de percibir que nos hallamos en presencia de
una NUEVA sensibilidad y de una NUEVA comprensión, que, al ponernos de acuerdo
con nosotros mismos, nos descubre panoramas insospechados y nuevos medios y
formas de expresión”, de este; se corresponderá el pedido “a cada poeta de una
visión desnuda de las cosas, limpia de estigmas ancestrales; una visión
fragrante, como si ante sus ojos fuese surgiendo auralmente el mundo. Y, para
conseguir esta visión, es menester arrojar todo lo pretérito por la borda”, de
aquel.
Una última característica preponderante del
manifiesto es la de su fuerte impronta local, cuidadosa, sin embargo, de no
cercenar lo extranjero (cosa impensable para jóvenes que habían sido
deslumbrados por Europa), “MARTÍN FIERRO cree en la importancia del aporte
intelectual de América, previo tijeretazo a todo cordón umbilical. (…). El
movimiento de independencia iniciado, en el idioma, por Rubén Darío, no
significa (…) desconocer que todas las mañanas nos servimos de un dentífrico
sueco, de una toallas de Francia y de un jabón inglés”. En un texto en el que
la burla y la ironía ya se encontraban presentes.
b) El concurso municipal
En ese mismo número
04 de la revista, las ideas postuladas en el manifiesto toman cuerpo en un
texto que dispara contra los premios municipales. En él, la Municipalidad ocupa
el lugar del “historiador” y el “catedrático”, (es decir, el lugar ya instalado
desde el cual se reconoce y se reparten las medallas distintivas) y por eso se
le recuerda su verdadera función: “cuestiones de limpieza, barrido, mingitorios
y lenocinios”, mientras se la acusa de interceder para “favorecer amigos”, y se
califica al jurado de “camarilla” y “especie de mafia”.
Todo el texto es
una diatriba en contra del sistema cultural instalado (“La adjudicación del
primer premio de poesía […] fue resultado de una vulgar maniobra”, “Bastaría
como elocuente muestra de censura hacia la municipalidad y a su instrumento, el jurado, el hecho de que ni un solo órgano
de la prensa haya adelantado la más tímida aprobación”, “la mala distribución
de los premios”, “obteniendo el primer premio una obra que nada tiene que ver
con la literatura”, “se incurre en el mismo error de premiar a escritores ya
hechos”), y por eso responde naturalmente al espíritu vanguardista del
manifiesto. Los premios del concurso municipal funcionan aquí como el sistema
central indispensable, por el cual cualquier movimiento de vanguardia, es decir
excéntrico, es decir marginal, pueda surgir, manteniendo (tal como lo señala
Sarlo) con aquel centro, un relación a la vez de reconocimiento y rechazo: “En Martín Fierro se reclamará el cierre de
la revista Nosotros, invocando una
disposición municipal que prohíbe tener cadáveres en exhibición, pero hasta que
la vanguardia no se dotó de espacio propio (la línea de revistas que, durante
siete años, va de Prisma a Martín Fierro), la colocación de los
jóvenes ultraístas no los obligó a ignorar, por principio, el espacio de
consagración de Nosotros. Evar Méndez,
Brandan Caraffa y Córdova Iturburu asisten al banquete que la revista ofrece a
los premiados en el Concurso Literario Municipal de 1922, realizado en junio de
1923, con toda la parafernalia que los satíricos de Martín Fierro van a destrozar pocos meses después.”[9]
2. La confrontación con el grupo Boedo.
a) Párrafos sobre la literatura de Boedo
Horacio Salas ubica
el inicio de la confrontación entre Florida y Boedo en una carta de Roberto
Mariani: “Lo cierto es que en el número 7 de Martín Fierro apareció una carta de Roberto Mariani. Allí criticaba
a la derecha literaria, (…), al centro (más estático que dinámico, opinaba)
cuyo órgano sería la propia Martín Fierro.
(…). `Falta calor en el entusiasmo, y falta ímpetu en el combate, y falta
rebeldía en la conducta. Seamos justos: sobra gracia, sobra ingenio, sobra
inteligencia, y es excesiva la imaginación. (…). Hay un pecado capital en Martín Fierro: el escandaloso respeto al
maestro Lugones. (…). Se lo adora como prosista, como versificador, como filólogo,
como fascista.´”[10] Para el
número 26 de la revista, correspondiente a su segundo año (1925) la famosa
polémica ya estaba instalada. En ese número Santiago Ganduglia firma una nota, en
la que repasa críticamente, seis títulos reciente de autores identificados con
Boedo. La crítica del artículo se sustenta principalmente en tres puntos: I) La
negación de la extrema izquierda[11],
“porque este sector cree en el Estado comunista, que es la forma absoluta del
Estado”; II) la vuelta al naturalismo, la imposición del mimetismo y la
desconexión absoluta entre artista y obra que atraviesa cada título (“se ha
intentando restaurar el naturalismo en su aspecto más crudo y sórdido,
tratándose de suscitar en el lector no ya la emoción simple sino el espanto y
la repugnancia”, “Nuestros escritores de tendencia social han creído que no hay
sino que reproducir; (…); páginas enteras dedicadas a un paisaje ajeno
totalmente al proceso espiritual del
sujeto”, “El paisaje pertenece hoy a la poesía. (…). Molesta si no corresponde
a definir un estado del alma”, “el naturalismo ha insistido en el
profesionalismo estético, ahogando la personalidad”), y III) (Idea que resaltará Beatriz Sarlo[12]
en su trabajo ya citado) el hecho de que no hay en los escritores del grupo de
Boedo un verdadero conocimiento de lo auténticamente local: “Ni siquiera por
casualidad, aparece entre los escritores de la extrema izquierda, entre los
discípulos de Gálvez, una prueba de afecto y conocimiento de nuestras cosas. El
localismo preconizado por Gálvez es el falso localismo. (…). Una forma es el
falso localismo de ´Nacha Regules´, y muy otra el de ´La casa por dentro` o La canción del barrio”.
b) Homenaje a Evaristo Carriego
Una forma es el falso localismo de ´Nacha
Regules´, y muy otra el de ´La casa por dentro` o La canción del barrio.
Porque todo (o casi todo) aquello que pregonizaba el grupo de Boedo, el
Martinfierrismo lo hallaba, llevado a cabo con éxito poético, en la figura
exaltada de Evaristo Carriego, a quien apenas unos años después del artículo
del apartado anterior el propio Borges le dedicara un libro. Carriego era la
exaltación del barrio, de los suburbios, de la gente desclasada, de la pobreza
y la llanura, pero, en contraposición a la de Boedo, esa exaltación poética no
se encontraba desteñida de sentimiento y emoción. En el número 17 de la revista
(año 2, 1925) la nota firmada por R. G. T. (siglas de Raúl González Tuñón)
anuncia “la idea de llevar acabo un homenaje a la memoria de Evaristo Carriego.
Nos adherimos a la bella idea. Evaristo Carriego merece un gran homenaje. (…). La canción del barrio cantó
sencillamente, y su canción humilde como los árboles y el musgo del suburbio,
encontró eco hasta en los organillos reumáticos que andan a lo largo de las
calles mansas arrastrando las filas de chicuelos sucios y melodiosos, empapados
de sol, y miradas húmedas, sentimentales, de obreritas y de malevos
inofensivos”. Suburbios, chicuelos sucios y melodiosos, obreritas, todo aquello
que desde Boedo se buscaba representar.
Es Evaristo Carriego
el cantor de los suburbios, no la impostada izquierda recién llegada de los
barcos. Al menos para la revista que “abre sus puertas a todos aquellos que
quieran traer una joya de reconocimiento, para colocar sobre el recuerdo del
muerto, como una estrella que temblará en la sombra, diciéndole al poeta que
será perpetua su canción”.
Bibliografía citada
Borges, Jorge Luis: Textos Recobrados. 1919-1929. Ed. Emecé.
Buenos Aires. 1997.
Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio
D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas
literarias argetninas (1893-1960). Ediciones Culturales Argentinas. 1962.
Salas, Horacio: Lecturas
de la memoria. Fondo de cultura económica. 2005.
Sarlo, Beatriz, Altamirano, Carlos: Ensayos
Argentinos. De Sarmiento a la Vanguardia. Editorial Ariel. 1983.
Bibliografía consultada
Artundo, Patricia: “Reflexiones en torno a un nuevo
objeto de estudio: Las revistas literarias”. Disponible en: memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.1028/ev.1028.pdf
Faillace, Magdalena (coordinadora): Vanguardias literarias argentinas. 1920-1940. Ministerio de
relaciones exteriores, Comercio internacional y Culto. 2010.
Mangone, Carlos; Warley, Jorge: El manifiesto. Un discurso entre el arte y la política. Editorial
Biblos. 1992.
[1] Lafleur,
Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas literarias argetninas (1893-1960). Ediciones
Culturales Argentinas. 1962. Pág.: 92.
[2] Salas, Horacio: “Revista
Martín Fierro. El salto a la
modernidad”. En Lecturas de la memoria. Fondo
de cultura económica. 2005. Pág.:24.
[4] Revista Martín Fierro (número 8-9). Citado en
Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D, anteriormente
citado. Pág.: 104.
[6] De aquí en más los entrecomillados
que no lleven notas de referencia corresponde a citas de los textos de las
revistas con los que se trabaje en cada apartado.
[7] Publicado
originalmente en la revista Baleares. Revista
Quincenal Ilustrada, Palma, Año V, Nro. 131, el 15 de febrero de 1921.
[9] Sarlo,
Beatriz: “Vanguardia y criollismo, la aventura de Martín Fierro”. En Ensayos
Argentinos. De Sarmiento a la Vanguardia. Altamirano ,
Carlos; Sarlo, Beatriz. Editorial Ariel. 1983. Disponible en:
https://filologiaunlp.files.wordpress.com/2012/04/sarlo-vanguardia-y-criollismo-la-aventura-de-martin-fierro.pdf
[11] “Mariani
se autocalificaba como militante de extrema
izquierda –de hecho colaboraba en una publicación de ese nombre, dirigida
por Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta y Lorenzo Stanchina.”. Salas, Horacio:
Ibidem.
[12] “También para el
periódico Martín Fierro, la "jerga ramplona plagada de italianismos"
(número 8) tiene su explicación de clase: una literatura que se complace en la
"anécdota de conventillo" es la que corresponde a sus autores, los
"realistas ítalocriollos". Dos tipos de escritura y también dos
públicos: los que son "argentinos sin esfuerzo", porque no tienen que
disimular ninguna "pronunzia exótica" y los que, por su origen y por
su lengua, no pueden reivindicar una larga tradición nacional”. Sarlo, Beatriz: Anteriormente
citada.
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