lunes, 4 de enero de 2016

Esbozos sobre cuatro revistas literarias (4)

Esbozo número 04: Contorno a través de 18 citas

En la revista literaria Contorno de 1953 nace la crítica literaria moderna argentina. Los trabajos posteriores de cada uno de los articulistas acrecentarán retrospectivamente la importancia de aquella publicación. David Viñas fue no sólo uno de sus fundadores sino, visto desde nuestros días, su emergente paradigmático. En su desarrollo irá desplegando de manera integradora y totalizante lo que en sus compañeros se hará una progresiva especialización. Junto a él, se nuclean su hermano Ismael, Adelaida Gigli, Ramón Alcalde y Adolfo Prieto. A ese grupo se añaden J. J. Sebreli, Oscar Masotta, Osiris Troaiani y Tulio Halperín Donghi. Casi todos ellos son, por entonces, estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Habían comenzado su actuación durante la segunda presidencia de Perón y es el antiperonismo fervoroso uno de sus rasgos definitorios. Contorno se propuso una participación comprometida con los problemas sociales, culturales, políticos y económicos de su momento. Desde una posición antiliberal enjuiciaron los valores y mitos de la sociedad burguesa. Leyeron críticamente la literatura argentina enfrentando la gratuidad del juego estético de la generación del 25. Los enemigos visibles eran los escritores y la publicación que mejor los representaba: Borges, Mallea, Mujica Lainez y la revista Sur.[1]  


1) En la revista literaria Contorno de 1953 nace la crítica literaria moderna argentina

            Contorno se enfrenta con todos los factores que incidieron histórica y políticamente en el desarrollo de nuestra cultura. La metafísica queda excluida, sólo interesan los hechos: peronismo, frondizismo, lucha de clases, motivos todos de entregas especiales, que en algún caso adquiere las dimensiones del simposio. (…)
            Transcurrida esta revista en el período más convulsionado para el país, queda por encima de la significación ideológica que sus conductores hayan logrado conferirle, el hecho objetivo de una actitud de intelectuales que se niega a permanecer dentro de la confortable torre de abstracciones puramente estéticas. Desbordaron su quehacer intelectual para juzgar, enjuiciar, participar en un momento crítico en que los argentinos volvemos el rostro sobre nosotros mismos para preguntarnos dónde está y cuál es la salida.[2]          

            La convivencia más o menos pacífica entre los diferentes grupos (…) era el signo de reacomodamiento virtual en el seno de un espacio social “ganado” al peronismo. El desgaste de este régimen comenzó a acentuarse en los primeros años de la década del 50. El agotamiento del nacionalismo burgués y el papel jugado por las masas reactualizan el debate por la identidad nacional, el nacionalismo y su proyección en la historia. Esta discusión motorizará a los jóvenes intelectuales para la elaboración de un proyecto cultural propio.[3]

            Contorno se origina en la negación del juvenilismo, pero nace también de la defecci6n de los que deberían ser “sus maestros”. Los que abandonaron las “obligaciones éticas” y la “pasión de actuar”: esa tensión bipolar que ha desgarrado el ensayo escrito bajo el signo de Martínez Estrada y Murena.[4]

            la revista no rompe a la manera de las vanguardias, y, en el primer número, el artículo de Sebreli “Los martinfierristas, su tiempo y el nuestro” funciona como declaración de principios sobre la cuesti6n. Escribe Sebreli: si Martín Fierro fue un grupo juvenil, Contorno no lo será, porque la juventud es “un espejismo de la conciencia de la clase burguesa”. Si Martín Fierro, al constituirse como grupo rebelde, practica una modalidad abstracta de la ruptura, Contorno se propone no como rebelde, sino como crítico.[5]

            algunas de sus normas: el espíritu de gravedad del intelectual, la ilusión de que el valor literario se origina en la experiencia, el convencimiento de que la literatura tiene una garantía en el lenguaje, pero se juega radicalmente en sus contenidos y sus ideas.[6]

            Marcada por el sartrismo, de donde extrae sus fórmulas, su estilo, su aire de familia, pero marcada también por una tradición política argentina: la herencia a la que después se renunciaría, como toda herencia, había influido sobre el heredero.[7]

            ¿Cómo escribe Contorno sobre literatura argentina? Está, en primer lugar, el sentido de lo concreto que borra limites, desconoce la autoridad de lo que seria “pertinente” cuando se trata de literatura, mezcla. Contorno mezcla: la moral y la percepción, el cuerpo, la sexualidad y la política. Cuerpo, sexualidad y política son a la vez representaciones y explicaciones de la literatura: esto es un desafío a la instituci6n universitaria y a la moral filistea de la crítica.[8]

            Para verificar el grado de renovación que introduce Contorno en el campo cultural argentino (…) dos publicaciones son fundamentales: Les Temps Modernes, dirigida por Jean-Paul Sartre, desde 1945 y Sur, dirigida por Victoria Ocampo desde 1931. La revista francesa funciona modelicamente para los jóvenes intelectuales que despliegan desde sus primeros números la teoría del compromiso enunciada por Sartre durante su experiencia en la “resistencia francesa”, mucho más limitada de lo que la mitología creada por el propio Sartre y por Simone de Beauvoir pretendía.
            La revista argentina, por su parte, como modelo con el cual es imprescindible establecer una ruptura que no siempre alcanzará niveles tan polémicos como hubiera exigido una definición intelectual estricta (…).[9]
            El sartrismo de Contorno es sobre todo un método para acceder a la literatura más preciso que el que propone el marxismo, verdadera divisoria de aguas. (…).
            El pasaje del marxismo al existencialismo señalado por Terán ocupa las páginas de Contorno con conceptos como el de "comunicación" enfatizado en la mayoría de los artículos de la primera época (es decir, antes de la politización exacerbada y explicita que se opera a partir del número 7/8) (…).[10]

           
2) Casi todos ellos son, por entonces, estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires

            Desde principios del Siglo XX hasta 1948, el Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A. publicó la revista Verbum, que llegó a los 90 números. La sucedió Centro, editada desde 1951 a 1959, año del número catorce, que fue secuestrado por órdenes del gobierno frondizista (…). En esas publicaciones alumnos y algunos profesores de la Facultad exponían sus consideraciones sobre autores consagrados y otros menos reconocidos, además de opinar sobre trabajos de la crítica literaria del momento o sobre la historia nacional. A los esfuerzos de los estudiantes para sostener las revistas culturales universitarias se sumó en 1953 el de Murena, quien proyectó una publicación propia Las Ciento y Una, en la que se reconcentraba la reflexión sobre América que ya había tenido su lugar, aunque periférico, en Sur. De Las Ciento y Una salió un solo número (…). En Verbum, Centro y Las Ciento Una habían colaborado varios de los jóvenes que trabajaron entre 1953 y 1959 para publicar Contorno.[11]

            Los principios programáticos de este proyecto deben ser rastreados y reconstruidos a través de sus voces y organismos más importantes (la revista Verbum, en especial su último número, el 90, de 198), (…); Centro, que retomará en 14 números la labor anterior, Las ciento y una, dirigida por H. A. Murena; Gaceta Literaria; el espacio de discusión abierto en torno al centro de estudiantes y Contorno, que funcionará como el condensador más o menos explicito de este proyecto cultural.[12]

            Contorno, publicada en diez números entre 1953 y 1959, con dos ediciones de los Cuadernos de Contorno en 1957 y 1959 respectivamente, es el paradigma de una tendencia crítica resistente a lo académico  incluso desde la procedencia universitaria de sus miembros, la mayoría impulsores del Centro de Estudiantes –en cuyo órgano, Centro, escribieron sus primeros artículos, diseñando ya los juicios intelectuales que en Contorno se extremarán- y de la FUBA.[13]





3) Junto a él, se nuclean su hermano Ismael, Adelaida Gigli, Ramón Alcalde y Adolfo Prieto. A ese grupo se añaden J. J. Sebreli, Oscar Masotta, Osiris Troaiani y Tulio Halperín Donghi
            Cuando apareció Contorno, en noviembre de 1953, Ismael Viñas figuraba como su director. En los números siguientes fueron incorporándose primero David Viñas, luego Noe Jitrik, Adelaida Gigli, Adolfo Prieto, León Rozitchner y Ramón Alcalde.[14]

            un grupo de intelectuales jóvenes, encabezados por los hermanos Ismael y David Viñas –el primero de los cuales instaló la redacción en su estudio jurídico en Diagonal Norte- con el que colaboran Ramón Alcalde, León Rozitchner, Adolfo Prieto, Juan José Sebreli, Adelaida Gigli, Noé Jitrik, Regina Gibaja, Oscar Masotta y, más alejados del grupo básico y de participación más efímera, Francisco J. Solero y Rodolfo Kusch.[15]

            Podrían señalarse tres grupos fundamentales que constituyen la revista: 1) El nucleado alrededor de los Viñas, que se caracterizaba por una fuerte crítica al liberalismo en los aspectos políticos e historiográficos, retomando la línea revisionista. Planteo que trasladan a la totalidad de la literatura argentina. 2) El formado por F. J. Solero y R. Kusch, inscripto en la línea Martínez Estrada-Murena, que retoma del primero, profundizándolas, sus facetas más irracionales e intuitivas. 3) El “existencialista-populista-izquierdista”, según lo define J. J. Sebreli, (…), que reunía la mencionado Sebreli, a Oscar Masotta y a Carlos Correa. Era este grupo el que recogía la influencia sartreana de una manera más fuerte y directa, al que incorporaban sus primeras lecturas de Hegel y de Marx.[16]


4) es el antiperonismo fervoroso uno de sus rasgos definitorios / Leyeron críticamente la literatura argentina enfrentando la gratuidad del juego estético de la generación del 25. Los enemigos visibles eran los escritores y la publicación que mejor los representaba: Borges, Mallea, Mujica Lainez y la revista Sur

            Este proyecto, por su parte, va a aparecer enfrentado a: 1) el de la generación de 1925, institucionalizado en la década del treinta en la revista Sur; 2) el del Partido Comunista; 3) el del peronismo, oposición que en este caso aparecerá en una forma mucho menos explícita  en la revista; 4) finalmente se opondrá también, dentro del espectro del apoyo político al peronismo, al que encarnaba Jorge Abelardo Ramos.[17]

            En cuanto a la “poética” contornista, hemos señalado ya de qué manera se va conformando por negación tanto del realismo en sus diferentes variantes (inscripto tanto en la lucha con el proyecto del Partido Comunista como con la postura de Jorge A. Ramos) como de la literatura “pasatista”. Con respecto a esta, Contorno construye una poética anti-Sur que permite el asesinato de uno de los padres de esta generación, Eduardo Mallea, y el desplazamiento hacia una zona de oscura indiferencia de la figura de Jorge L. Borges. Movimiento que también se da en la tradición del ensayo de interpretación nacional donde el rol del padre con quien se debe ajustar cuentas es cumplido en este caso por Ezequiel Martínez Estrada.[18]  

            ¿Quienes son ellos para Contorno? Por un lado, los ensayistas del “ser nacional”, Martínez Estrada, Mallea y Murena. Con cada uno de estos ellos, la revista traba relaciones diferentes, que cambian según quién sea el nosotros, a lo largo de los seis primeros números. Por otro lado, a la derecha, para decirlo con una figura, Sur y la primera vanguardia, mis bien lo que Contorno juzga los restos casi lúgubres del martinfierrismo. (…). Finalmente, las vanguardias: A partir de cero, Letra y Línea, los surrealistas de Pellegrini. Y como representaciones políticas de las relaciones intelectuales, los escritores del partido comunista y, sordamente, el peronismo.[19]
           



           





 Bibliografía citada

Croce, Marcela: Contorno, izquierda y proyecto cultural. Ed. Colihue. Buenos Aires. 1996.
Croci, Paula; González, María Inés; Marsimian, Silvina; Nogueira, Sylvia: Historia de la literatura argentina. Desde la colonia a la actualidad. (Marsimian, Silvina –Directora). Página 12. Colegio Nacional Buenos Aires. Buenos Aires. S/fecha.
Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas literarias argentinas (1893-1960). Ediciones Culturales Argentinas. Buenos Aires. 1962.
Mangone, Carlos; Warley, Jorge: “Prólogo”, en Contorno. (Selección). Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1993.
Rubione, Alfredo: “Prólogo” a Un dios cotidiano, David Viñas. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1981.
Sarlo, Beatriz: “Los dos ojos de Contorno”. En Revista iberoamericana, número 125. Pittsburgh. 1983.

Bibliografía consultada

Artundo, Patricia: “Reflexiones en torno a un nuevo objeto de estudio: Las revistas literarias”. Disponible en: memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.1028/ev.1028.pdf
Molayoni, Gio: “La revista Contorno y el peronismo: un lenguaje nuevo para la práctica”. En Revista Borradores, vol. X/XI, año 2009-2010. Universidad Nacional de Río Cuarto. También disponible en:
http://www.unrc.edu.ar/publicar/borradores/Vol10-11/pdf/La%20revista%20Contorno%20y%20el%20peronismo,%20un%20lenguaje%20nuevo%20para%20la%20critica.pdf
Otal Landi, Julián: La rebelión en las letras. Cultura y contradiscursos de la revista Sur frente a la irrupción de la contracultura peronista. Sin datos de edición. Disponible en:
http://es.scribd.com/doc/7620202/La-Rebelion-de-Las-Letras-Cultura-y-contradiscursos-de-la-revista-Sur-frente-a-la-irrupcion-de-la-contracultura-peronista-Julian-Otal-Landi#scribd




[1] Rubione, Alfredo: “Prólogo” a Un dios cotidiano, David Viñas. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1981. Pág.: I.
[2] Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas literarias argentinas (1893-1960). Ediciones Culturales Argentinas. Buenos Aires. 1962.  Pág.: 250.

[3] Mangone, Carlos; Warley, Jorge: “Prólogo”, en Contorno. (Selección). Centro Editor de América Latina. 1993. Buenos Aires. Pág.: I.
[4] Sarlo, Beatriz: “Los dos ojos de Contorno”. En Revista iberoamericana, número 125. Pittsburgh. 1983. Disponible en:
[5] Sarlo, Beatriz: Ibídem.
[6] Sarlo, Beatriz: Ibídem.
[7] Sarlo, Beatriz: Ibídem.
[8] Sarlo, Beatriz: Ibídem.
[9] Croce, Marcela: Contorno, izquierda y proyecto cultural. Ed. Colihue. Buenos Aires. 1996. Pág.: 11.
[10] Croce, Marcela: Ibídem. Pág.: 13.
[11] Croci, Paula; González, María Inés; Marsimian, Silvina; Nogueira, Sylvia: Historia de la literatura argentina. Desde la colonia a la actualidad. (Marsimian, Silvina –Directora). Página 12. Colegio Nacional Buenos Aires. Buenos Aires. S/fecha.  Pág.: 856.
[12] Mangone, Carlos; Warley, Jorge: Ibídem.
[13] Croce, Marcela: Ibídem. Pág.: 7.
[14] Sarlo, Beatriz: Ibídem.
[15] Croce, Marcela: Ibídem. Págs.: 7 y 8.
[16] Mangone, Carlos; Warley, Jorge: Págs.: III y IV.
[17] Mangone, Carlos; Warley, Jorge: Ibídem.
[18] Mangone, Carlos; Warley, Jorge: Pág.: V
[19] Sarlo, Beatriz: Ibídem.

Esbozos sobre cuatro revistas literarias (3)

Esbozo número 03: Sur: Una reseña general


La edición de la revista Sur fue una iniciativa de Victoria Ocampo, quien, proveniente de la elite oligárquica argentina, destinó buena parte de su fortuna heredada a fundar y mantener la revista durante más de 60 años.
            La iniciativa de fundar la revista había sido del escritor e hispanoamericanista estadounidense Waldo Frank, amigo de Victoria Ocampo, y contó con el fundamental apoyo del ya prestigioso filósofo español José Ortega y Gasset. En “Victoria Ocampo: la escritora y su disfraz” Horacio Salas afirma que “tras meses de insistentes presiones de Waldo Frank, Victoria cedió y decidió fundar la revista Sur, que habría de aparecer en Enero de 1931”[1].
            Desde un primer momento la revista tuvo colaboradores del exterior de importante renombre. Además de los propios Waldo Frank y Ortega y Gasset, la revista contó con frecuentes colaboraciones de autores internacionales como el también español Guillermo de Torre, el dominicano Pedro Henríquez Ureña, el mexicano Alfonso Reyes, el uruguayo Jules Superville, el francés Pierre Drieu La Rochelle o el suizo Ernest Ansermet. Todas firmas que respaldaban la iniciativa de la revista a través de la conformación de un “Consejo Extranjero”, tal como en el número inicial este selecto grupo (a los que se le sumaban, por supuesto, los de Frank y Ortega y Gasset) era presentado.

            La publicación había tomado como modelo a dos prestigias revistas como la francesa Nouvelle Revue Française y la española Revista de Occidente, dirigida por el propio Ortega y Gasset. Pero a pesar de sus nombres, sin embargo, y de la lujosa impresión con la que había sido editada, la recepción de la revista no fue la esperada. Sin duda el origen aristócrata de Victoria Ocampo que le permitía darse cualquier tipo de lujos (el de publicar una revista literaria o cultural, por caso) sin demasiado esfuerzo[2], sumado a su condición de mujer, hicieron que la publicación fuera vista con cierto reparo. En una carta a Ortega Gasset la propia Victoria Ocampo le escribía: “Aquí Sur ha sido acogida como si todas las semanas salieran revistas semejantes. (…). Sé que no tengo que contar con la adhesión de la gente, puesto que me he propuesto gustarme: eso significa no gustarle a ellos. Sin embargo la hostilidad prevista me sorprende y me hiere, me irrita y me deprime”[3].
            Pero con el correr de los años, y gracias a la innegable calidad de artículos y autores presentados, la revista fue ganando un espacio cada vez más importante en el espectro cultural argentino, y llegaría a prolongarse desde ese primer número de enero de 1931 hasta 1992, 13 años posteriores al fallecimiento de su fundadora. Aunque (y especialmente luego de 1966) la periodicidad de la publicación haya ido espaciándose con el correr de los años.
            Durante todo ese periodo la revista alcanzó a publicar un total de 371 números, por los cuales llegaron ha pasar centenares de escritores de prestigio.

            De los escritores argentinos involucrados en la revista quizás quepa destacar principalmente al trío conformado por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo (hermana de Victoria), quienes a partir de su mirada abarcadora sobre la cultura de occidente y una producción a la vez localista y universal (que problematiza la relación cultural entre la marginalidad de América del sur y la centralidad Europea) representaban (más allá de cierta tirantez en la relación personal que con Victoria pudieran tener) el espíritu de la revista.[4] Otros escritores como Eduardo Mallea, Oliverio Girondo, (estos dos provenientes, al igual que Borges, de la extinta Martín Fierro), Horacio Quiroga, José Bianco, Ernesto Sábato, Jaime Rest, y decenas de nombres más, fueron asiduos colaboradores y vertieron sobre las páginas de la revista la calidad de su escritura, siendo también partícipes incluso, muchos de ellos, del otro gran emprendimiento (hermano de la revista) que Victoria Ocampo fundara: la Editorial Sur con la cual compartiría el nombre.
            Colaboradores de renombre del exterior fueron Federico García Lorca, Gabriel García Márquez, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, María Luisa Bombal, entre los escritores de habla hispana. Y Alfred Metraux, Henri Michaux, Rabindranath Tagore, Le Corbusier; entre tantos, otros los del resto de occidente. Varios de estos últimos, incluso, realizaron visitas al país como ilustres invitados (especialmente durante el periodo en el que se extendió la segunda guerra mundial) en viajes financiados por la propia Victoria Ocampo, para participar de debates y dictar conferencias que luego eran recogidas y editadas como artículos para ser publicadas en la revista.   

2

            Si bien la poesía y el cuento tuvieron un espacio importante en la revista, tanto a partir de la publicación de escritores nacionales (muchos de los primeros cuentos de Borges) y latinoamericanos (Octavio Paz, Gabriela Mistral, Pablo Neruda), como de piezas  traducidas (pertenecientes, la mayoría, a escritores europeos y estadounidenses contemporáneos, aún desconocidos para el público local) el mayor espacio de la revista estuvo dedicado al texto reflexivo en sus diversas formas, ya fueran el ensayo, la crítica o la reseña.
            Relacionado a este fuerte interés por la traducción y presentación de autores extranjeros (“La propia Victoria se encargó de traducir a Albert Camus, William Faulkner, Graham Greene, Lanza del Vasta, T. E. Lawrence, Dylan Thomas”.[5] “Entre las décadas del 20 y el 40, Borges dará a conocer a los lectores hispánicos buen número de autores (…) Whitman, Chesterton, Wells, Kipling, Kafka, Joyce, Virginia Woolf, Faulkner, André Gide, T. S. Eliot, (…) en la prestigiosa Sur, que dirige Victoria Ocampo”[6]) la predominancia de los artículos de tipo reflexivo estaba abocada, en su gran mayoría, a relacionar (y a la manera en la que se relacionaba y podía llegar a relacionarse) la acotada tradición local con la del resto de occidente, de manera que la identidad nacional no quedase desdibujada, pero tampoco reducida a un pobre provincianismo.
            La relevancia de esta cuestión es señalada por Beatriz Sarlo cuando afirma que “revista cosmopolita, donde el lugar del traductor y del introductor era, sin exageraciones, central, Sur se movía con la convicción de que la literatura argentina precisaba de este vínculo con la europea y la norteamericana; agitó la idea (a veces omnipotente, en ocasiones ridícula por su estilo) de que la actividad de importación, que incluía a libros y personas, cerraba los huecos de la cultura argentina, producidos por la distancia, la juventud sin tradiciones del país, por la ausencia de linajes y maestro”.[7]
            A través de los distintos textos que presentaban autores, reseñaban libros y ensayaban sobre el valor de tal o cual escritor, la revista buscaba constituirse en un puente entre aquello que pensaba como el centro de la cultura, y la marginalidad sudamericana; al mismo tiempo que intentaba, por medio de la publicación de notas referidas a temas y disputas universales -que se extendían más allá de la realidad nacional- introducir a la región a ese centro. Al respecto de este punto, la invitación y financiación de los viajes de cuantiosos artistas y escritores, así como la cantidad de páginas dedicadas a expresar la férrea posición antitotalitaria de la revista frente a los conflictos internacionales, el franquismo en España, en primer lugar (el primer libro publicado por la Editorial Sur es el Romancero gitano, de Federico García Lorca en 1933) y sobre todo su rechazo al nazismo (que confrontaba con la neutralidad argentina) configuraban su más clara intención de introducirse en ese mundo, y de participar activamente en las problemáticas centrales de occidente.
             Esa postura antitotalitaria fue la que llevó a Sur a oponerse al ideario de la revolución cubana y, especialmente, al peronismo, lo que quizás pueda explica, en gran parte, el inicio de su decadencia. Este enfrentamiento (el de la revista con el movimiento popular) constituyó uno de los elementos principales que iniciarían un decaimiento de la revista que luego profundizarían la avanzada edad de su fundadora y alma Mater, y el alejamiento de esos jóvenes escritores que, ya en plena madurez, concentraban sus energías en sus propias obras.
            La aguda crítica de la revista al peronismo, que hacía caso omiso a cualquier virtud que en él pudiera encontrarse, acentuaron una postura estética y política vinculadas a los movimientos extranjeros, que, a contra marcha de su inicial intención, ampliaron la distancia que había entre ese grupo de intelectuales que conformaban Sur (siempre pertenecientes a las clases acomodadas, medias y altas) y el resto de la sociedad. Una distancia que como puente habían querido (y en gran parte conseguido) anular.
            Todo un nuevo público lector, y más importante una nueva realidad, que comenzaba a constituirse a partir de la inmigración interna suscitada por el peronismo (y por el peronismo mismo) se encontró frente a una revista que demonizaba aquello que les había permitido ser, lo que los dejaba sin la posibilidad de establecer con la publicación ningún tipo de vínculo posible.
            Y aquellos jóvenes intelectuales, egresados o estudiantes de la facultad de filosofía y letras (último recóndito de público en el que todavía podía encontrar eco la revista) ya habían comenzado a mirar al mundo atravesados por las lecturas de autores como Sartre que imponían (contrariamente a la propuesta de Sur) una producción intelectual imprescindiblemente marcada por el aquí y ahora, que dejaba a la revista con un público y una trascendencia cada vez más acotada.


Bibliografía citada

Salazar Anglada, Aníbal: “Teoría y práctica de la traducción en Borges. Una historia personal de la lectura”, en Romana García, María Luisa [ed.] II AIETI. Actas del II Congreso Internacional de la Asociación Ibérica de Estudios de Traducción e Interpretación
Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas literarias argetninas (1893-1960). Ediciones Culturales Argentinas. Buenos Aires. 1962.
Salas, Horacio: Lecturas de la memoria. Fondo de cultura económica. Buenos Aires. 2005.
Sarlo, Beatriz, Altamirano, Carlos: Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la Vanguardia. Editorial Ariel. Buenos Aires. 1983.

Bibliografía consultada

Artundo, Patricia: “Reflexiones en torno a un nuevo objeto de estudio: Las revistas literarias”. Disponible en: memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.1028/ev.1028.pdf
Bordelois, Ivonne: “Sur”. Reseña publicada en la página web: “Proyecto Villa Ocampo”. Disponible en:
http://www.villaocampo.org/web/content/sur
Burgos, Nadia: “Los intelectuales argentinos del grupo Sur ante la segunda guerra mundial”. 49° Congreso Internacional de Americanistas. Quito, Ecuador. Disponible en:
http://www.equiponaya.com.ar/congresos/contenido/49CAI/Burgos.htm
Faillace, Magdalena (coordinadora): Vanguardias literarias argentinas. 1920-1940. Ministerio de relaciones exteriores, Comercio internacional y Culto. Buenos Aires. 2010.
Mangone, Carlos; Warle, Jorge: “Prólogo”, en Contorno (selección). Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1993.
Otal Landi, Julián: La rebelión en las letras. Cultura y contradiscursos de la revista Sur frente a la irrupción de la contracultura peronista. Sin datos de edición. Disponible en:
http://es.scribd.com/doc/7620202/La-Rebelion-de-Las-Letras-Cultura-y-contradiscursos-de-la-revista-Sur-frente-a-la-irrupcion-de-la-contracultura-peronista-Julian-Otal-Landi#scribd







[1] Salas, Horacio: “Victoria Ocampo: La escritora y su disfraz”. En Lecturas de la memoria. Fondo de cultura económica. 2005. Buenos Aires.  Pág.:158.
[2] Quizás resulta pertinente mencionar que el primer número de la revista, tal como lo señalan Lafleur, Provenzano y Alonso, había sido “un magnífico volumen ilustrado de 200 páginas, impreso en papel especial” lujo que se encontraba a años luz de las posibilidades de publicación de un primer número de cualquier publicación competidora. Cita de Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas literarias argentinas (1893-1960). Ediciones Culturales Argentinas. 1962. Buenos Aires. Pág.: 140.
[3] Salas, Horacio: Ibídem. Pág.: 159.
[4] De las múltiples colaboraciones de Borges en la revista, de hecho, existe una recopilación titulada Borges en Sur. 1931-1980. Editorial Emecé. 1999. Buenos Aires.  

[5] Salas, Horacio: Ibídem. Pág.: 163.
[6] Salazar Anglada, Aníbal: “Teoría y práctica de la traducción en Borges. Una historia personal de la lectura”, en Romana García, María Luisa [ed.] II AIETI. Actas del II Congreso Internacional de la Asociación Ibérica de Estudios de Traducción e Interpretación. Madrid, 9-11 de febrero de 2005. Madrid: AIETI, pp. 1028-1040. Versión electrónica disponible en la web de la AIETI: aieti.eu/pubs/actas/II/AIETI_2_ASA_Teoria.pdf
[7]  Sarlo, Beatriz: “La perspectiva americana en los primeros años de Sur”. En Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la Vanguardia. Altamirano, Carlos; Sarlo, Beatriz. Editorial Ariel. 1983. Buenos Aires. Pág.: 262.

Esbozos sobre cuatro revistas literarias (2)

Esbozo número 02: Vanguardia y dicotomía


“Martín Fierro –segunda época es la revista más conocida y más comentada de la nueva generación. En artículos, conferencias, ateneos, se glosa su desenfado, la gracia insuperable de sus epitafios, el revuelo que provocaba en el mundillo literario cada una de sus apariciones, las polémicas –reales o fraguadas- con que matizó su trayectoria. (…). Todo, o casi todo, es chacota, solfa, eutrapelia liviana o andanada de gruesa munición, particularmente en los primeros tiempos.”[1]

               “El manifiesto, que además de aparecer en la tapa de la revista fue volanteado por el centro, tuvo una repercusión exagerada. (…). Incluso Conrado Nalé Roxlo se alejó del grupo primitivo, descontento con el texto de Girondo y con la nueva orientación que implicaba, pero a partir de esa fecha se incorporaron nuevos y decisivos colaboradores. (…). Desde entonces, Martín Fierro adquiere su carácter definitivo de nucleador de la juventud artística de vanguardia y marca la aparición del martinfierrismo en tanto corriente estética, tal como fue reconocida por la historia de la literatura.”[2]

               “El enfrentamiento –evidentemente sobredimensionado- entre la escuela de Florida, integrada por los martinfierristas y los redactores de Proa, y la escuela de Boedo, que agrupaba a los escritores cercanos a las revistas Los Pensadores y Claridad, se transformó en un punto de estudio y de fricción en la literatura argentina contemporánea, que dividió aguas y generó enconos. Incluso cuando los chisporroteos de aquella polémica ya eran historia y los protagonistas habían sosegado sus dardos, seguidores de una y otra corriente continuaron levantado aquellas viejas banderas impidiéndoles perder vigencia”.[3]

               “Apareció Extrema izquierda. ¡Salutte! Muy realista, muy, muy humana. Sobre todo esto: hay en sus páginas un realismo exuberante; el léxico que zarandean sus redactores es de un extremado realismo: masturbación, prostitución, placas safilísticas (sic), piojos pelandrunas, que lo parió, etc., etc., etc…. ¡Muy, muy realista!”[4]

            La revista Martín Fierro –segunda época, fue una publicación cuyo primer número salió a la luz durante el mes de mayo de 1924, y, con una periodicidad quincenal, se prolongó durante 3 años, hasta 1927. El segmento aclaratorio del nombre segunda época, responde a que ya había habido una primera publicación, a cargo del mismo director, Evar Méndez, durante 1919 y 1920, aunque de características distintas (de calidad mucho más precaria y siguiendo una tendencia anarquista) que apenas llegó a alcanzar escasos números.
            La trascendencia en la historia literaria argentina de la publicación, a partir de esta “segunda época”, ha sido comentada y estudiada en una gran cantidad de trabajos, y si bien se halla vinculada a múltiples factores, quizás los dos elementos fundamentales sobre los que esa trascendencia se apoya puedan resultar ser aquellos dos que aquí presentamos, y que se encuentran reflejados en cuatro textos que hablan desde la primera persona del plural, en nombre de la propia revista.

1. La vanguardia.

a) El manifiesto:
            El manifiesto martinfierrista (1924, número 04, año 01) escrito por Oliverio Girondo, representa un giro fundamental en la revista. Girondo, que había estado viviendo en París, plasma en el texto una combinación de ideas de las distintas vanguardias europeas en las que tanto él, como otros autores que serán centrales en la revista (Borges, especialmente) se encontraban interesados.
            Este giro hacía lo irruptivo, la novedad y la disconformidad artística ante lo preestablecido, que convertía la cuestión del arte en un eje central de la publicación, ocasionó que autores como Nalé Roxlo, que habían arribado a la publicación con cierta idea de continuidad de lo que había sido la primera época (más inclinada hacía lo social y de inclinación anarquista), se alejasen de ella, cediendo el protagonismo a los poetas y escritores más jóvenes.
            En las líneas del manifiesto martinfierrista se encuentra un eco del manifiesto futurista de Marinetti, de 1909, y del ultraísmo.
            La idea de que “un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia”, de la vanguardia italiana, y la de que “un hispano-suiza[5] es una obra de arte muchísimo más perfecta que una silla de manos de la época de Luis XV”[6], del martinfierrismo, son, esencialmente, la misma; e incluso la sintaxis del fragmento de uno se repite en el fragmento del otro. La defenestración del establishment artístico también se repite en ambos textos, y mientras el de Marinetti indique que “Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias variadas…” y “liberar este país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios”, Girondo se parara en oposición “Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático, que momifica cuanto toca”.
            Del ultraísmo, el manifiesto de la revista tomará el rechazo al mimetismo, y la necesidad de nuevas formas de sensibilidad y expresión. En su “Manifiesto del Ultra”[7], Borges había expresado: “Existen dos estéticas: la estética pasiva de los espejos y la estética activa de los prismas. Guiado por la primera, el arte se transforma en una copia (…). Guiado por la segunda, el arte se redime (…)”[8]; Girondo, coincidentemente, ubicará a la revista “Frente al recetario que inspira las elucubraciones de nuestros más “bellos” espíritus y la afición al ANACRONISMO y al MIMETISMO que demuestran”.
            Mientras que a la “necesidad imprescindible  de definirse y de llamar a cuantos sean capaces de percibir que nos hallamos en presencia de una NUEVA sensibilidad y de una NUEVA comprensión, que, al ponernos de acuerdo con nosotros mismos, nos descubre panoramas insospechados y nuevos medios y formas de expresión”, de este; se corresponderá el pedido “a cada poeta de una visión desnuda de las cosas, limpia de estigmas ancestrales; una visión fragrante, como si ante sus ojos fuese surgiendo auralmente el mundo. Y, para conseguir esta visión, es menester arrojar todo lo pretérito por la borda”, de aquel.
             Una última característica preponderante del manifiesto es la de su fuerte impronta local, cuidadosa, sin embargo, de no cercenar lo extranjero (cosa impensable para jóvenes que habían sido deslumbrados por Europa), “MARTÍN FIERRO cree en la importancia del aporte intelectual de América, previo tijeretazo a todo cordón umbilical. (…). El movimiento de independencia iniciado, en el idioma, por Rubén Darío, no significa (…) desconocer que todas las mañanas nos servimos de un dentífrico sueco, de una toallas de Francia y de un jabón inglés”. En un texto en el que la burla y la ironía ya se encontraban presentes.     

b)  El concurso municipal
            En ese mismo número 04 de la revista, las ideas postuladas en el manifiesto toman cuerpo en un texto que dispara contra los premios municipales. En él, la Municipalidad ocupa el lugar del “historiador” y el “catedrático”, (es decir, el lugar ya instalado desde el cual se reconoce y se reparten las medallas distintivas) y por eso se le recuerda su verdadera función: “cuestiones de limpieza, barrido, mingitorios y lenocinios”, mientras se la acusa de interceder para “favorecer amigos”, y se califica al jurado de “camarilla” y “especie de mafia”.
            Todo el texto es una diatriba en contra del sistema cultural instalado (“La adjudicación del primer premio de poesía […] fue resultado de una vulgar maniobra”, “Bastaría como elocuente muestra de censura hacia la municipalidad y a su instrumento,  el jurado, el hecho de que ni un solo órgano de la prensa haya adelantado la más tímida aprobación”, “la mala distribución de los premios”, “obteniendo el primer premio una obra que nada tiene que ver con la literatura”, “se incurre en el mismo error de premiar a escritores ya hechos”), y por eso responde naturalmente al espíritu vanguardista del manifiesto. Los premios del concurso municipal funcionan aquí como el sistema central indispensable, por el cual cualquier movimiento de vanguardia, es decir excéntrico, es decir marginal, pueda surgir, manteniendo (tal como lo señala Sarlo) con aquel centro, un relación a la vez de reconocimiento y rechazo: “En Martín Fierro se reclamará el cierre de la revista Nosotros, invocando una disposición municipal que prohíbe tener cadáveres en exhibición, pero hasta que la vanguardia no se dotó de espacio propio (la línea de revistas que, durante siete años, va de Prisma a Martín Fierro), la colocación de los jóvenes ultraístas no los obligó a ignorar, por principio, el espacio de consagración de Nosotros. Evar Méndez, Brandan Caraffa y Córdova Iturburu asisten al banquete que la revista ofrece a los premiados en el Concurso Literario Municipal de 1922, realizado en junio de 1923, con toda la parafernalia que los satíricos de Martín Fierro van a destrozar pocos meses después.”[9]  

2. La confrontación con el grupo Boedo.

a) Párrafos sobre la literatura de Boedo
            Horacio Salas ubica el inicio de la confrontación entre Florida y Boedo en una carta de Roberto Mariani: “Lo cierto es que en el número 7 de Martín Fierro apareció una carta de Roberto Mariani. Allí criticaba a la derecha literaria, (…), al centro (más estático que dinámico, opinaba) cuyo órgano sería la propia Martín Fierro. (…). `Falta calor en el entusiasmo, y falta ímpetu en el combate, y falta rebeldía en la conducta. Seamos justos: sobra gracia, sobra ingenio, sobra inteligencia, y es excesiva la imaginación. (…). Hay un pecado capital en Martín Fierro: el escandaloso respeto al maestro Lugones. (…). Se lo adora como prosista, como versificador, como filólogo, como fascista.´”[10] Para el número 26 de la revista, correspondiente a su segundo año (1925) la famosa polémica ya estaba instalada. En ese número Santiago Ganduglia firma una nota, en la que repasa críticamente, seis títulos reciente de autores identificados con Boedo. La crítica del artículo se sustenta principalmente en tres puntos: I) La negación de la extrema izquierda[11], “porque este sector cree en el Estado comunista, que es la forma absoluta del Estado”; II) la vuelta al naturalismo, la imposición del mimetismo y la desconexión absoluta entre artista y obra que atraviesa cada título (“se ha intentando restaurar el naturalismo en su aspecto más crudo y sórdido, tratándose de suscitar en el lector no ya la emoción simple sino el espanto y la repugnancia”, “Nuestros escritores de tendencia social han creído que no hay sino que reproducir; (…); páginas enteras dedicadas a un paisaje ajeno totalmente al  proceso espiritual del sujeto”, “El paisaje pertenece hoy a la poesía. (…). Molesta si no corresponde a definir un estado del alma”, “el naturalismo ha insistido en el profesionalismo estético, ahogando la personalidad”), y III) (Idea que resaltará Beatriz Sarlo[12] en su trabajo ya citado) el hecho de que no hay en los escritores del grupo de Boedo un verdadero conocimiento de lo auténticamente local: “Ni siquiera por casualidad, aparece entre los escritores de la extrema izquierda, entre los discípulos de Gálvez, una prueba de afecto y conocimiento de nuestras cosas. El localismo preconizado por Gálvez es el falso localismo. (…). Una forma es el falso localismo de ´Nacha Regules´, y muy otra el de ´La casa por dentro` o La canción del barrio”.

b) Homenaje a Evaristo Carriego
            Una forma es el falso localismo de ´Nacha Regules´, y muy otra el de ´La casa por dentro` o La canción del barrio. Porque todo (o casi todo) aquello que pregonizaba el grupo de Boedo, el Martinfierrismo lo hallaba, llevado a cabo con éxito poético, en la figura exaltada de Evaristo Carriego, a quien apenas unos años después del artículo del apartado anterior el propio Borges le dedicara un libro. Carriego era la exaltación del barrio, de los suburbios, de la gente desclasada, de la pobreza y la llanura, pero, en contraposición a la de Boedo, esa exaltación poética no se encontraba desteñida de sentimiento y emoción. En el número 17 de la revista (año 2, 1925) la nota firmada por R. G. T. (siglas de Raúl González Tuñón) anuncia “la idea de llevar acabo un homenaje a la memoria de Evaristo Carriego. Nos adherimos a la bella idea. Evaristo Carriego merece un gran homenaje. (…). La canción del barrio cantó sencillamente, y su canción humilde como los árboles y el musgo del suburbio, encontró eco hasta en los organillos reumáticos que andan a lo largo de las calles mansas arrastrando las filas de chicuelos sucios y melodiosos, empapados de sol, y miradas húmedas, sentimentales, de obreritas y de malevos inofensivos”. Suburbios, chicuelos sucios y melodiosos, obreritas, todo aquello que desde Boedo se buscaba representar.
            Es Evaristo Carriego el cantor de los suburbios, no la impostada izquierda recién llegada de los barcos. Al menos para la revista que “abre sus puertas a todos aquellos que quieran traer una joya de reconocimiento, para colocar sobre el recuerdo del muerto, como una estrella que temblará en la sombra, diciéndole al poeta que será perpetua su canción”.  


Bibliografía citada

Borges, Jorge Luis: Textos Recobrados. 1919-1929. Ed. Emecé. Buenos Aires. 1997.
Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas literarias argetninas (1893-1960). Ediciones Culturales Argentinas. 1962.
Salas, Horacio: Lecturas de la memoria. Fondo de cultura económica. 2005.
Sarlo, Beatriz, Altamirano, Carlos: Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la Vanguardia. Editorial Ariel. 1983.



Bibliografía consultada

Artundo, Patricia: “Reflexiones en torno a un nuevo objeto de estudio: Las revistas literarias”. Disponible en: memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.1028/ev.1028.pdf
Faillace, Magdalena (coordinadora): Vanguardias literarias argentinas. 1920-1940. Ministerio de relaciones exteriores, Comercio internacional y Culto. 2010.
Mangone, Carlos; Warley, Jorge: El manifiesto. Un discurso entre el arte y la política. Editorial Biblos. 1992.




[1] Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D.: Las revistas literarias argetninas (1893-1960). Ediciones Culturales Argentinas. 1962. Pág.: 92.
[2] Salas, Horacio: “Revista Martín Fierro. El salto a la modernidad”. En Lecturas de la memoria. Fondo de cultura económica. 2005. Pág.:24.
[3] Ibidem: Pág.: 29.
[4] Revista Martín Fierro (número 8-9). Citado en Lafleur, Héctor René; Provenzano, Sergio D.; Alonso, Pedro D, anteriormente citado. Pág.: 104.
[5] Automovil lujoso de la época de fabricación española.
[6] De aquí en más los entrecomillados que no lleven notas de referencia corresponde a citas de los textos de las revistas con los que se trabaje en cada apartado.
[7] Publicado originalmente en la revista Baleares. Revista Quincenal Ilustrada, Palma, Año V, Nro. 131, el 15 de febrero de 1921.
[8] Borges, Jorge Luis: Textos recobrados. Ed. Emecé. Buenos Aires. Pág.: 86.
[9] Sarlo, Beatriz: “Vanguardia y criollismo, la aventura de Martín Fierro”. En Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la Vanguardia. Altamirano, Carlos; Sarlo, Beatriz. Editorial Ariel. 1983. Disponible en:
https://filologiaunlp.files.wordpress.com/2012/04/sarlo-vanguardia-y-criollismo-la-aventura-de-martin-fierro.pdf
[10] Salas, Horacio: Anteriormente citado. Pág.: 30.
[11] “Mariani se autocalificaba como militante de extrema izquierda –de hecho colaboraba en una publicación de ese nombre, dirigida por Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta y Lorenzo Stanchina.”. Salas, Horacio: Ibidem. 
[12]También para el periódico Martín Fierro, la "jerga ramplona plagada de italianismos" (número 8) tiene su explicación de clase: una literatura que se complace en la "anécdota de conventillo" es la que corresponde a sus autores, los "realistas ítalocriollos". Dos tipos de escritura y también dos públicos: los que son "argentinos sin esfuerzo", porque no tienen que disimular ninguna "pronunzia exótica" y los que, por su origen y por su lengua, no pueden reivindicar una larga tradición nacional”. Sarlo, Beatriz: Anteriormente citada.