1.
Cuestiones preliminares.
1.1.
Presentación del tema y relevancia.
En
1988, a través de su libro La causa de los adolescentes, Françoise Dolto
planteaba, como una de las problemáticas más emblemáticas de la juventud de la
sociedad moderna, los efectos negativos de la ausencia de ritos de iniciación, encargados
de marcar y legitimizar el momento del traspaso de la etapa de la juventud a la
adultez.
Distintas
reactualizaciones de esas problemáticas pueden ser encontradas
en diferentes trabajos, como el de José Sánchez Parga -El oficio del
antropólogo: crítica de la razón (inter) cultural (2005)-, el
de Rosana Reguillo Cruz -Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del
desencanto (2000)-, o en los artículos de Cecilia Balladini y Norma
Fernández -“Ritos
de pasaje y de iniciación como búsqueda identitaria juvenil” (2012) y “La
previa: ritual tribal de la cultura actual” (2013), respectivamente- por
mencionar sólo algunos, de entre tantos.
La
vigencia de las consecuencias de la ausencia de los ritos de iniciación, en la
juventud moderna, también se hace tangible en el estudio de Sergio Muñoz
Chacón, “En busca del Pater
Familias: Construcción de identidad masculina y paternidad en adolescentes y
jóvenes” (2001).
En el cual el autor analiza las
formas en la que los varones jóvenes enfrentan el desafío de dejar de ser niños,
para convertirse en jóvenes que aspiran a la adultez.
La
reflexión propuesta por Dolto, acerca de los modos en los que la ausencia de
los ritos de pasaje (o de iniciación) afectan y condicionan la existencia de
los (y las) jóvenes, sigue justificando su relevancia a partir de dos cuestiones que Muñoz Chacón destaca (en el
artículo de su autoría ya señalado), vinculadas a dos temas de imperiosa
actualidad: la violencia de género y la marginación social.
Al
respecto del primero, lo que el autor describirá, será cómo los hombres, en el
momento en que comienzan a despegarse de la niñez, comienzan a experimentar un
impulso social que los lleva a alejarse, y a actuar en contra, de aquellas
identidades que se entienden como contrarias al concepto clásico de la
masculinidad.
Para los hombres, la
adolescencia y juventud es el momento cuando tienen que demostrar que ya no son
niños y se ven obligados a manifestar una clara diferenciación con las
antítesis por excelencia de la masculinidad tradicional: la mujer y el
homosexual. En este sentido, “(es la) etapa de las pruebas, de los ritos de
iniciación que permiten a un varón “ser hombre”. Aquello que ha sido
caracterizado como “de la naturaleza de los hombres”, de su corporeidad, sería
internalizado por los adolescentes/jóvenes como “lo masculino”. En esta etapa
se fortalecería la homofobia, el sexismo y el heterosexismo y se harían
demostraciones de ello ejerciendo violencia sobre aquellos/as que “la
naturaleza” ha resuelto que son inferiores, débiles, pasivos, afeminados. Es el
momento de demostrar que los varones son “verdaderamente hombres” (Olavarría,
1999 b). (Muñoz
Chacón, 2001: 245).
Ante
la falta de ritos de iniciación que legitimasen el fin de esa etapa (el de la
adolescencia y la juventud) para iniciar la de la vida adulta, lo que termina
extendiéndose es ese periodo de transición en el que el sujeto masculino
«fortalecería la homofobia, el sexismo y el heterosexismo y se harían
demostraciones de ello ejerciendo violencia sobre aquellos/as que ´la
naturaleza´ ha resuelto que son inferiores, débiles, pasivos afeminados» (Muñoz
Chacón, Ibídem).
En
cuanto al segundo, la cuestión de la marginación social, lo que le interesa
destacar a Muñoz Chacón es la imposibilidad de sectores marginados (o de
menores recursos) de constituirse como sujetos de valor dentro de una comunidad
en la que el rito de pasaje al mundo de la adultez ha quedado reducido a la
conclusión de los estudios universitarios, a los que no toda la población tiene
las mismas facilidades de acceso (y, especialmente, de finalización):
En las sociedades
modernas dichos ritos han perdido su sentido, o por lo menos su ejecución
formal, mediante ceremonias públicas ha desaparecido o quedado reducida a
grupos específicos económicos o sociales, siendo que el pasaje de la niñez o
juventud a la edad adulta se vuelve más problemático porque no hay muchas
evidencias que puedan sancionarlo. (...)
De esta forma al señalar
un autor que “... si buscamos un equivalente del rito de pasaje adolescente en
nuestra sociedad podemos ver que, en el presente, los desafíos esforzados que
se designan para servir como demostración decisiva en los roles prestigiosos de
nuestra sociedad, probablemente no sean tanto el vigor físico como la propia
independencia personal y la capacidad para pensar y trabajar. Los proyectos
académicos, las disertaciones y tesis se acercan más a esta descripción”
(Larson, citado en Krauskopf, Ob.cit), expresa la situación de un sector que
considera el período de juventud a partir de un largo proceso educativo
dirigido a la formación profesional que, se inicia en la primaria y finaliza en
la educación universitaria. Lo intelectual es sobredimensionado y aspectos
biológicos, físicos y emocionales fundamentales para el adolescente son pasados
por alto. Sin mencionar que dichas aspiraciones sólo pueden ser compartidas por
un número reducido de individuo. (Muñoz Chacón, 2001: 248-249).
Lo
que se genera para el autor, a través de este vacío al que quedan sometidos
jóvenes y adolescentes, a partir de la ausencia de ritos u operaciones que
convaliden y sentencien su ingreso al mundo adulto, es una violencia que deja
de estar orientada al sexo opuesto y a aquellas configuraciones identitarias
que puedan ser consideradas como contrarias a lo masculino, para dar lugar a
una violencia destinada, incluso, contra ellos mismos.
...una
forma de mostrar el paso de la niñez a la juventud es mediante comportamientos
de riesgo como fumar, beber, conducir autos, usar drogas, sexualidad promiscua,
etc. (Muñoz Chacón, 2001: 249).
En La
historia interminable, novela sobre la cual girará este trabajo, la fábula
comienza con el personaje de Bastian escapando de la violencia que sus propios
compañeros de clases ejercen contra él. Quien, víctima de la cobardía, ejecuta,
como única respuesta posible, una carrera que le permite escapar del
enfrentamiento, y que lo llevar a ocultarse en la librería de la cual toma el libro
que se convertirá en su propio rito de iniciación. Permitiéndole, al final de
su lectura, la apropiación de la identidad y del coraje.
1.2.
Unidades de análisis y soporte de trabajo.
Para el siguiente trabajo
utilizaremos una serie de pasajes de la novela de Michael Ende, La historia interminable. El recorte de
esos pasajes responderá a la concepción de lexías que Roland Barthes presenta,
para el análisis de la obra literaria,
en su libro S/Z[2].
Como soporte de trabajo
se utilizará la edición de la novela publicada por RBA (1993), Barcelona,
España. Con traducción de Miguel Sáenz.
El número de lexías elegidas será un
total de cinco:
I. El pasaje inicial de la novela en el
que se presenta al personaje de Bastian, y se describe su entorno familiar.
II. El pasaje en el que el médico Cairón
llega, por pedido de la Emperatriz Infantil, a la tribu de Los Pieles Verdes en
busca de Atreyu, interrumpiendo así el comienzo de su rito iniciático que lo
llevará a convertirse en cazador.
III. El enfrentamiento de Atreyu con la
segunda puerta del Oráculo del sur, La Puerta del Espejo Mágico, en la que
Atreyu ve reflejada la imagen de Bastian.
IV. Los momentos finales del libro en el
que se concreta la última transformación de Bastian, una vez que este logra
salir de Fantasía.
1.3.
Preguntas de investigación y objetivos.
Los interrogantes que motivan el
desarrollo de este trabajo, y cuyas respuestas intentaremos sondear, se
encuentran vinculadas a la importancia del rito de iniciación como marca
legitimadora del paso de la juventud a la adultez, las consecuencias y/o
efectos de la ausencia y debilitamiento de tales ritos en las sociedades
occidentales modernas, y las formas en la que esa
importancia y ausencia (o debilitamiento) son representadas en la novela de
Michael Ende La historia interminable.
Las preguntas que guiarán el
análisis, por tanto, podrían ser enunciadas de la siguiente manera. ¿Cuál es la
importancia del rito de iniciación dentro de las sociedades occidentales
modernas y porqué la ausencia de ellos enmarca en la juventud contemporánea
dentro de una problemática particular ocasionada por ella?, ¿de qué manera la
novela de Michael Ende refleja la importancia de la existencias de esos ritos y
las consecuencias de su falta a través de las características, el accionar y la
transformación de dos de sus personajes?, y por último, ¿hasta qué punto las
ideas expuestas por Françoise Dolto en La
causa de los adolescentes acerca de la relevancia de los ritos de
iniciación y las consecuencias que esa ausencia genera en la sociedad moderna
pueden encontrarse sostenidas en la novela La
historia interminable?
Los objetivos que surgen de estas
preguntas serán lo de demostrar la importancia de los ritos de iniciación (o el
reconocimiento por parte del mundo adulto de los jóvenes como pares y sujetos
de valor, y no como meras proyecciones futuras), reflexionar acerca de las
consecuencias que esa ausencia genera en los jóvenes, y establecer la relación
entre dos pensadores de la segunda mitad del siglo XX que, desde distintos
campos, han centrado (o vinculado) gran parte de su obra al mundo de los
jóvenes y niños.
1.4.
Conjeturas.
Lo que conjeturaremos aquí será que
en, las obras de Françoise Dolto y de Michael Ende, existe una afinidad que,
incluso, puede leerse más allá de su relación con los temas que se
desarrollarán en este trabajo (la importancia de los ritos de iniciación y las
consecuencias de su ausencia). La importancia que ambos autores otorgan a la
verdad y a su relación con la infancia, en sociedades en las que la imagen del
mundo que se les ofrece a los niños dista, cada vez, de la real imagen que el
ser adulto mantiene de él, es otro de los puntos de contactos entre ambas
obras.
En el prefacio de La importancia de decirle a los niños la verdad, Dolto declara:
También espero que quede bien aclarada la
importancia de decir la verdad, esa
verdad que los adultos comunican a los niños, quienes no solamente la desean en
forma inconsciente, sino que la necesitan y tienen derecho a conocerla, aun si
el deseo consciente, que es el que expresan con palabras respondiendo a la
invitación de los adultos, se inclina por el silencio tramposo, que genera la
angustia. La verdad puede ser dolorosa a menudo, pero, si se dice, permite al
sujeto reconstruirse y humanizarse. (Dolto, 1990:
9).
Mientras que, a su vez, en “Pensamientos
de un indígena centroeuropeo”, de Carpeta de apuntes, Michael Ende
reflexiona acerca la conducta de inventar para los niños un mundo que con los
años no podrá sostenerse:
Entonces se les enseña a los pequeños salvajes que
no hay ninguna «luna buena» que «marcha
a través de las nubes nocturnas», y ante cuyo «resplandor se siente que no se
está solo», sino solamente un grumo cualquiera de escoria y polvo que, debido a
determinadas leyes de la mecánica, queda detenido en su órbita. Tampoco hay un
«querido sol» que «sonríe» desde el cielo al pequeño salvaje, sino sólo una
bola de gases que mediante incesantes reacciones nucleares lanza, sin sentido
ni razón, inconcebibles masas de energía a un espacio cósmico vacío.
Tampoco hay una «madre tierra», que nos «alimenta» a
nosotros, sus «hijos», y con la que tenemos una deuda de «agradecimiento y
respeto», sino un montón de sustancias químicas que se pueden explotar para
todos los fines imaginables, con que sólo se disponga de la suficiente astucia.
En resumen: al pequeño salvaje se le explica con la máxima claridad que todo lo
que hasta entonces le hacía ver el mundo como algo afín, como algo suyo, no era
sino un burdo y amable embuste. No hay Niño Jesús, no hay cigüeña, ni conejito
de pascua, ni ángel de la guarda ni enanitos. El pequeño salvaje se entera de
que hasta entonces, durante todo el tiempo, se le ha tomado por un perfecto
idiota, ni más ni menos. Tal fundamental abuso de confianza no se toma en serio
por una sola razón: porque suele pasar inadvertido. Lo que queda es un
inconsciente pero no por eso menos hondo desengaño. Y el convencimiento de que
sólo puede ser verdad lo que sabe a desengaño. (Ende,
1996: 89-90).
En La historia interminable el personaje de Atreyu, el héroe designado
por la Emperatriz Infantil para salvar a Fantasia, aparece en escena por
primera vez justo en el momento en que él está a punto de iniciar su caza del
búfalo púrpura. Esa caza, que, de concluir con éxito, lo convertirá en cazador
es presentada como el rito iniciático por el cual el joven se legitimará, ante
el resto de su tribu, como cazador, sellando así su paso definitivo al mundo de
la adultez. Lo que equivale a decir: al de grupo de personas que ya son capaces
de suministrarse su propio alimento, dejando de depender de los otros.
Esta presencia del rito
configura una de las diferencias más importantes entre él y el personaje de
Bastian, quien se encuentra del otro lado de la ficción, leyendo la historia de Fantasia, y por tanto
también la de su salvador, Atreyu. Huérfano de madre, e hijo de un padre que (víctima
de la depresión que atraviesa desde el momento de su viudez) ya no es capaz de
prestar verdadera atención a su hijo. El personaje de Bastian carece de toda institución
o persona desde la cual pueda emerger un reconocimiento hacia él, y
especialmente, a esas nuevas fuerzas y capacidades que despiertan en la nueva
etapa de la vida que se encuentra comenzando (vale recordar que tanto Bastian
como Atreyu son presentados en la novela como preadolescentes de alrededor de
entre los diez y once años).
A partir de este conjunto de
situaciones y características, que presenta la novela y ostentan los personajes
señalados, la primera conjetura que presentaremos aquí será la de que ni la
presencia del rito iniciático, ni su posterior interrupción por parte de Cairón,
a través de las cuales se da a conocer al personaje de Atreyu, son, en la
novela una presencia casual o inocente. Muy por el contrario, la existencia del
rito de iniciación en el mundo de Fantasía es el elemento que le permite a
Atreyu demostrar estar listo para afrontar el desafío de convertirse en un
cazador más (es decir, en un adulto) sacando a relucir su valentía y coraje.
Mientras que su interrupción (una interrupción impuesta, que de ninguna manera
él hubiera elegido) lo deja, convenientemente, impedido de realizar ese
traspaso, frustrando su pasaje al mundo adulto, lo que facilitará la
identificación (indispensable para la concreción de la trama) que con él establecerá
Bastian. Quien, todavía un niño, no cuenta con ningún tipo de acontecimiento
visible que aliente el abandono de la identidad, constituida en una infancia,
que su propio cuerpo comienza a abandonar.
Siguiendo estas dos
hipótesis, y a través de la doble función narrativa que cumpliría su
introducción, y posterior interrupción, la novela vendría a dar cuenta del
valor antropológico de los perdidos ritos iniciáticos, respaldando la teoría
esbozada respecto a ellos por Françoise Dolto en La causa de los jóvenes.
En segundo lugar, la otra
conjetura con la que trabajaremos aquí es que existe, aunque no de manera explícita
(o no al menos explicitada a través de ese nombre) un segundo rito de
iniciación presente en la novela, que esta vez sí se recorre y se concluye con éxito,
y que ese segundo rito iniciático (o de pasaje) es la propia lectura que
realiza Bastian del libro tomado de la biblioteca en la que había buscado
refugio. Será recién luego de traspasar con éxito esa lectura (que lo ha
obligado a enfrentar todos los peligros que le reservaba su paso por Fantasía)
que Bastian consige reconstruir su identidad, para luego sentarse y conversar
de igual a igual con su padre (ya no en la verticalidad que impone la relación
padre-hijo o niño-adulto. Para animarse, momentos después, a devolver,
rechazando la compañía y asistencia del padre, el libro que, apenas el día
anterior había robado.[3]
1.5.
Estructura del trabajo y descripción de partes.
La estructuración del
análisis se realizará en base a las diferentes lexías seleccionadas dentro de
la novela, a través de las cuales se intentará ir demostrando cada una de las
hipótesis que guían la elaboración del trabajo.
A medida que vayan
exponiéndose los resultados de los análisis de esas lexías, además, se irán
vinculando las ideas que puedan desprenderse de ellos con los aportes teóricos
de Dolto acerca de la relevancia de la falta de ritos de iniciación en las
sociedades occidentales modernas, y las consecuencias que esa ausencia genera
en los jóvenes.
Los apartados, por tanto,
que irán ordenando el desarrollo del trabajo serán:
a. La presencia del rito y
su importancia en La historia interminable y las sociedades occidentales
modernas. (Lexias I, II y V).
b. La necesidad de
interrupción del rito de iniciación en Atreyu para posibilitar su identificación
con Bastian y la configuración del tema del doble. (Lexias II, III y IV).
c. La lectura de la Historia
interminable (libro tomado por Bastian antes de escapar de la librería del
señor Koreander) como rito o pasaje de iniciación en el personaje de Bastian, a
través del cual reconstruye su identidad y consigue su legitimización dentro
del mundo adulto. (Lexías I y V).
2. Marco teórico
2.1.
Las lexias de Barthes.
Cómo ya señaláramos
anteriormente, el concepto de lexía creado por Barthes bien puede definirse
para el análisis textual como “el instrumento
de trabajo, (…) una unidad de lectura. (…). Se divide el texto en segmentos muy
cortos, que son las lexías, y se enumeran para facilitar el trabajo. Unas veces
serán unas cuantas palabras, o algunas frases, lo que sea más cómodo; basta que
sea el mejor espacio posible en donde se puedan observar los sentidos. Es una
división empírica y arbitraria. Su dimensión dependerá de la densidad de las
connotaciones”. (Gómez Robledo, 1980: 4).
En S/Z
Barthes describe el procedimiento para la creación de las lexías que
posibilitarán el análisis:
El significante tutor será dividido en una serie de
cortos fragmentos continuos que aquí llamaremos lexías, puesto que son unidades
de lecturas. Es necesario advertir que esta división será a todas luces
arbitrarias. (…). La lexía comprenderá unas veces unas pocas palabras y otras
algunas frases, será cuestión de comodidad. Bastará con que sea el mejor
espacio posible donde puedan observarse los sentidos. Su dimensión, determinará
empíricamente, a ojo, dependerá de la densidad de las connotaciones, que es
variable según los momentos del texto. (Barthes,
2004: 22).
2.2. «El
purgatorio de la juventud y el segundo nacimiento», de Françoise Dolto.
Una de las ideas que se irán
repitiendo a lo largo de la primera
parte del libro de Dolto La causa de los adolescentes es aquella que
trata sobre las consecuencias que genera la ausencia de ritos iniciáticos en
los jóvenes de las sociedades occidentales modernas.
Con la llegada de la
pubertad, señala Dolto, y con la proximidad de las primeras vivencias eróticas,
lo que se produce en el sujeto es la experimentación de la muerte de la
infancia. El fin de una vida, expandida en la niñez, que encuentra su
conclusión en su incompatibilidad con el despertar de la sexualidad.
Precisamente
el riesgo del primer amor es experimentado como la muerte dela infancia. La
muerte de una época. Y este final que os arrastra y aniquila como cuando os
dais en el amor, constituye el verdadero peligro de dicha cresta, punto de paso
obligado para inaugurar su dimensión de ciudadano responsable, y acto
irreversible. (Dolto, 1990: 16).
Y el trauma de esa muerte,
en los jóvenes de nuestra sociedad, se agudiza porque los adolescentes son
sometidos a atravesar ese duelo en soledad.
En nuestra sociedad, los jóvenes no
reciben ayuda porque no tenemos el equivalente de ritos de iniciación que
antaño marcaban esta época de ruptura. (...). ...era un acontecimiento que
marcaba, y la sociedad les consideraba entronizados, es decir, que habían
superado la iniciación que permite convertirse en adolescentes a partir de
dicho paso. Tanto si estaban preparados interiormente como si no, los adultos
les concedían el derecho a acceder a ella. Reducidos a sí mismos, los jóvenes
de hoy no son conducidos juntos y solidariamente de una orilla a la otra; y se
ven obligados a conseguir este derecho de paso por sí mismos. (Dolto, 1990: 17)
Lo que reemplazará para la autora a los ritos de
iniciación, que legitimizaban la entrada de los jóvenes al mundo social adulto,
será la posibilidad de acceder a la independencia económica. A través de la
cual, los jóvenes pueden conseguir deshacerse de la dependencia de los mayores.
Así
pues, hoy en día, el paso de la edad adulta se traduce muy concretamente en
términos de independencia económica.
En
términos de independencia económica, de potencialidad creadora y de aprendizaje
que permitan adaptarse, insertarse en un grupo social.
(...)
...resulta algo capital a esa edad, de los once a los trece años, escapar de la
tutela económica y acceder al derecho de la propia expansión cultural. (Dolto,
1990: 22-23).
Pero resulta que, salvo en
casos excepcionales, esa independencia económica se torna imposible, y entonces
la falta de integración del joven a la sociedad lo empuja a consolar esa
soledad y aislamiento en la órbita en la que el adolescente más se desarrolla:
la de la fantasía.
...precisamente, si en la actualidad hay cada vez más
adolescentes desesperados -así se dice- que huyen al mundo imaginario de la
droga, o al otro, imaginario también, de la muerte, que es el suicidio, pienso
que es porque carecen de ritos de paso donde los adultos decreten: ´a partir de
ahora, cuentas; eres una persona de valor´. No tienen puntos de referencia
claros proporcionados por la sociedad que les permiten animarse a correr un
riesgo, dado que se les espera del otro lado del río. (Dolto, 1990: 28).
Dolto observará entonces que
sin ese alguien que lo espera «del otro lado del río» el aislamiento al que son
sometidos los jóvenes se acrecienta, provocando que la distancia con el mundo
adulto, con la sociedad activa, aumente:
Las sociedades antiguas suavizaban la angustia de los
jóvenes dándoles a conocer el límite de la prueba plasmada en los ritos de
iniciación. Esta iniciación se empleaba para romper el aislamiento del
adolescente.
Tenía un punto de referencia en el tiempo, para su
integración a la vida del grupo. Era la sociedad la que decidía sobre esta
época de iniciación y sobre la edad a partir de la cual se adquieren los
atributos de la virilidad. Uno puede casarse o partir a la guerra. Tales
actividades son determinadas en el tiempo por la sociedad. (Dolto, 1990: 43)
Pero la autora señalará,
además, que ni siquiera aquel otro mundo de expansión y potencia que se abre en
la etapa juvenil, la sexualidad, debido a las nuevos metodos anticonceptivos,
conseguirá ocupar el lugar del rito iniciático, ya que la sexualidad queda
reducida, vacía de toda consecuencia que lige a los sujetos a sus actos, a un
gesto vacío y superficial:
Se ha llegado, gracias a la tecnología, a medios
anticonceptivos seguros, y la anticoncepción ofrece una nueva posibilidad de
conocerse, pero siempre de conocerse reservándose, de manera que no hay un
fruto de este conocimiento. Hay que contentarse con el cara a cara, con la
soledad de a dos, eludiendo la eventualidad de una obra común, de un hijo del
que no podrían hacerse cargo. La sociedad no avala las consecuencias de un amor
de jóvenes, lo que hace que los jóvenes no tengan derecho a llevar su propia
vida en la época en que aman con más ardor. (...)
...antes
de los anticonceptivos, los jóvenes se veían obligados a correr un riesgo que
les conducía a una situación de responsabilidad. Actualmente, no. No tienen más
responsabilidad que la de amar, sin que este amor pueda tener consecuencias. (Dolto, 1990: 28-29).
Excluida
así también la sexualidad, como elemento supletorio de los ritos iniciáticos,
lo que emerge, entonces, como resultado de la ausencia del rito, es la
prolongación de esa etapa transitoria, a la que la sociedad no es capaz de
ubicar de manera definitiva de un lado o del otro, ni dentro del vasto e
inocente mundo infantil, ni dentro de la adultez repleta de responsabilidades y
cargada de proyectos.
De esta
manera, el último recurso posible para la juventud de ganarse un lugar entre
los adultos, de mostrar su valor como miembros útiles y activos de la sociedad,
es a través de los proyectos individuales. Aunque para Dolto estas
realizaciones personales tampoco puedan satisfacer del todo las necesidades del
sujeto que busca sentenciar el pasaje de un estado a otro.
Las
realizaciones individualizadas no son iniciáticas a la vida social, a la vida
del grupo, como lo eran las iniciaciones de las sociedades tribales.
El
proyecto no puede reemplazar el rito de paso. Pero permite quizá prescindir de
él.
El
rito de paso servía a una comunidad que tenía la necesidad de conservar a todos
sus miembros, y encontraba así el medio de sujetar al clan a todos los jóvenes
haciéndoles afrontar riesgos en el interior de la tribu: los riesgos de la
iniciación. Pruebas terribles. Los que salían vivos de ellas eran individuos
formidables. Eso implica que la sociedad proporciona el modelo.
Hoy en
día, cuando ya no existe modelo familiar o social, cuando el hijo sucede cada
vez menos al padre, el rito de paso ya no tiene justificación, pero quizá el proyecto
que responde a la tentación del peligro con cierta prudencia puede ayudar a morir
a la infancia para alcanzar otro nivel de dominio en la vida colectiva.,
La
primera etapa consiste en poder ganar algo de dinero. Es el escollo, en la hora
actual, para los jóvenes. Tener vivienda propia, pareja, hijos. Un ideal que no
pertenece a ninguna época, que es eterno. (Dolto,
1990: 78).
3. Marco metodológico.
A
partir de la propuesta de la teoría de la enunciación, lo que precederá a
realizar en el presente trabajo es el análisis del aparato formal de
enunciación que es puesto en escena en los pasajes seleccionados de la novela
de Michael Ende La historia interminable.
En la teoría de la
enunciación, elaborada inicialmente por Emile Benveniste, se propone que todo
uso de la lengua implica poner en práctica un aparato formal de enunciación, a
través del cual el discurso consigue salir a la luz.
Lo que posibilita ese
aparato formal (compuesto por el enunciador -aquel
desde el cual se produce el discurso-, el enunciado -el discurso propiamente
dicho-, y el enunciatario -aquel que decodifica el enunciado-) es que la subjetividad del sujeto que utiliza la lengua (el enunciador)
entre en contacto con el mundo que lo rodea.
Dentro del enunciado, por
tanto, no sólo se encuentran una serie de palabras elegidas al azar, que
representan únicamente aquello que el enunciador quiere expresar; sino, además,
un conjunto de huellas que permiten ir más allá de ese primer significado, para
comprender los diferentes tipos de relaciones que la figura del enunciador
establece con el mundo. Debido a que la construcción de los enunciados nunca
son llevados mediante una mecanización pura del uso de la lengua, sino por
medio de un modo particular de apropiación.
Los principales elementos
que permiten dar cuenta de la presencia de la subjetividad de la figura del enunciador,
dentro de los enunciados, son los indicios de personas (utilización de
pronombres personales), el uso de los deícticos (pronombres demostrativos), las
formas temporales, el uso de formas interrogativas y exclamativas y las
diferentes utilizaciones de los enunciados modales.
Estos últimos, consisten en
aquellas afirmaciones en donde se presentan juicios valorativos acerca de lo
que se predica, y es una de las formas principales en las que el sujeto
enunciador introduce su huella en el texto.
Del conjunto de
modalizaciones existentes, aquella sobre la cual más nos detendremos en este
trabajo será sobre la modalización fáctica; que consiste en aquella que permite
otorgar (al personaje de una narración, por ejemplo) cualidades a partir de los
actos que lleva adelante dentro de la historia.
Otro tipo de distinción que
realiza la teoría de la enunciación acerca de la construcción del discurso (y
que es otra de las modalidades en la que la subjetividad del sujeto de
enunciación entra en escena) es la que consiste en distinguir entre Historia y
Discurso.
Perteneciendo a la primera,
la serie de acontecimientos (reales o ficticios) que permiten el avance del
relato, encausándose unos con otros, formando la concadenación de acciones que
luego compondrá la fabula.
Mientas
que, a la segunda, la de todos aquellos fragmentos que no aportan acciones o
acontecimientos, sino reflexiones o datos adicionales que permiten completar (u
otorgar diferentes sentidos posibles) a lo narrado.
En base al concepto de lexías creado por Barthes se seleccionará y
recortara diferentes pasajes de la novela sobre los cuales se realizará el
análisis de la forma en la que se pone en juego la enunciación.
A partir de la serie de acciones que constituyen y componen la historia,
y a través de las diferentes modalizaciones presentes en el discurso, se
trabajará sobre las diferentes relaciones que pueden establecerse entre las
reflexiones realizadas por Françoise Dolto acerca de los ritos de iniciación en
La causa de los adolescentes y los
acontecimientos a través de los cuales se encauza la historia dentro de las
lexias seleccionadas.
En
relación al análisis de esas lexias, la atención se enfocará en las
modalizaciones realizadas sobre los personajes y escenarios (especialmente
dentro de los enunciados descriptivos y a través de las modalizaciones fácticas),
y en los diferentes encauces por medio de los cuales se desenvuelven las
acciones que conforman la historia.
4. Desarrollo y análisis.
4.1.
La presencia del rito y su importancia en La historia interminable.
En la presentación del
personaje de Bastian, de La historia
interminable, se encuentran todos aquellos rasgos que Dolto, a causa de la
pérdida de la tradición de los ritos iniciáticos, encuentra en los jóvenes de
las sociedades occidentales modernas.
El personaje de Bastian es
presentado como un niño aislado del mundo, temeroso, rodeado de una inmensa
soledad, al cual le resulta imposible hacer uso de sus propias fuerzas, o
plantarse ante la sociedad como alguien de valor.
La muerte de la madre de
Bastian, y la depresión a la que tal acontecimiento lleva al padre, dejan al
personaje en una completa soledad: “Después, todo había cambiado entre su padre
y Bastian. (…). Antes, había jugado de buena gana con él. A veces, hasta le
había contado o leído historias. Pero todo aquello había terminado. Ya no podía
hablar con su padre. Alrededor de este había como una pared invisible que nadie
podía atravesar. (Ende, 1993: 36).
Posteriormente a que Bastian no regrese a su
casa, y luego de que hayan transcurrido varias horas, es el propio discurso el
que pone en duda la preocupación de su padre por él, al presentar esa
preocupación en forma de interrogante: “Si es que lo había notado, su padre
debía de haber notado ahora, como muy tarde, que Bastian no había vuelto a
casa. ¿Se estaría preocupando? Quizá saldría a buscarlo. Quizá habría avisado
ya a la policía. Quizá transmitirían avisos por radio” (Ende, 1993: 94).
Esta soledad es, además,
enunciada de manera explícita en otro pasaje de la novela: “Nadie podía
comprender mejor que Bastian lo que eso significaba. Aunque su padre viviera
aún. Y aunque Atreyu no tuviera padre ni madre. Sin embargo, Atreyu había sido
educado por todos los hombres y mujeres juntos y era el ´el hijo de todos´,
mientras que él, Bastián, en el fondo no tenía a nadie… Era un ´un hijo de
nadie´. (Ende, 1993: 45).
La ausencia de una
concepción valorativa del personaje de Bastian sobre sí mismo, por otro lado,
(otro de los rasgos que Dolto señala en los adolescentes como consecuencia de
la ausencia de ritos de iniciación) puede observarse en la descripción, basada
en el temor, que desde el discurso se hace sobre él: “De todas formas, le daba
miedo el colegio, escenario de sus fracasos diarios; le daban miedo los profesores,
que le reñían amablemente o descargaban sobre él sus iras; miedo los otros
niños, que se reían de él y perdían oportunidad de demostrarle lo torpe y lo
débil que era” (Ende, 1993:14).
Ante todos y cada uno de
estos escenarios (y ante los compañeros que lo persiguen, ante el padre que
puede sentir vergüenza de él –“No, lo único que podía hacer era marcharse; a
cualquier parte, muy lejos. Su padre no debía saber nunca que su hijo se había
vuelto ladrón” (Ende, 1993: 14)) los únicos recursos que posee el personaje de
Bastian son el de huir y el de esconderse.
El personaje que luego
funcionará como su alter ego (su doble) y que posee algunos rasgos similares a
Bastian (la edad, la ausencia de un entorno familiar que lo contenga, la
situación excepcional en el que la historia lo ubica) es investido, por el
contrario, con todos los rasgos opuestos. Y el elemento principal que
posibilita esas distinciones es la existencia, dentro del mundo de ese otro
personaje, Atreyu, de un rito iniciático, que concede al sujeto la posibilidad
de constituirse (a través de la prueba) en un ser de valor dentro de la
sociedad.
El rito de iniciación, de
hecho, es el medio por el cual es presentada la figura de Atreyu, cuando el
médico Cairón llega a pueblo preguntando por él:
-¿Dónde están los cazadores y cazadoras? –resopló,
quitándose el sombrero y secándose la frente.
Una mujer de pelo blanco, con un bebé en los brazos,
respondió:
-Todos han ido de caza. No volverán hasta dentro de
tres o cuatro días.
-¿Está Atreyu con ellos? –preguntó el centauro.
-Sí, extranjero, pero, ¿de qué lo conoces?
(Ende,
1993: 41)
La descripción que se hace en el discurso de los jóvenes “pieles
verdes”, tribu a la que pertenece Atreyu y que mantiene con vida el rito de
iniciación, se encuentra repleta de rasgos de valoración positiva: “Llevaban
una vida sumamente sobria, severa y dura, y sus hijos, tanto los chicos como
las chicas, eran educados en el valor, la nobleza y el orgullo. Tenían que
aprender a soportar el calor, el frío y las privaciones y poner a prueba su
arrojo.” (Ende, 1993: 40).
En la tribu en la que se desarrolla Atreyu, entonces, a diferencia de lo
que ocurre en las sociedades modernas contemporáneas (a la cual pertenece
Bastian), existe un aprendizaje al que son sometidos los y las jóvenes del
pueblo, por medio del cual van adquiriendo los valores que luego deberán
legitimizar a través del rito de iniciación al que son sometidos.
El impedimento, necesario para la estructura del relato, del
cumplimiento de Atreyu con el rito, le impide dar prueba de su valor como
individuo dentro del grupo social (recordemos que a través de ese rito se
realizará como cazador y por tanto como persona autosuficiente que ya no
depende de los otros para conseguir el alimento para vivir) y eso justifica su
enojo dentro relato:
-¿Qué quieres de mí, extranjero? –preguntó- ¿por qué
has venido a mi tienda? ¿Y por que me has privado de mi caza? Si hubiera matado
hoy al gran búfalo –y mi flecha estaba ya en la cuerda cuando me llamaron-
mañana sería un cazador. Ahora tendré que esperar un año entero. ¿Por qué?
(Ende,
1993: 43)
La situación familiar de Atreyu, descontextualizada socialmente, es aún
peor que la de Bastian. Este último ha perdido a su madre, pero la ha tenido.
Tiene un padre ausente, pero quizás recuperable. Atreyu, en cambio, no tiene
padre ni madre. Y sin embargo se encuentra, frente al mundo, repleto de
herramientas con las cuales afrontar las adversidades[4].
La diferencia fundamental, entre las virtudes de uno y las carencias del
otro, radica, sobre todo, en ese conjunto de “hombres y mujeres” por los que
“Atreyu había sido educado”. Hombres y mujeres conocedores y conocedoras del
valor del rito iniciático, que ofrece a los jóvenes de la tribu la oportunidad
de demostrar (ante el mundo y ante sí mismos) el valor de sus propias
capacidades; y la oportunidad de ser reconocidas por ellas.
Es la existencia, dentro del mundo de Atreyu (y la ausencia en el mundo
de Bastian) del acompañamiento de “una sociedad que les permiten animarse a
correr un riesgo, dado que se les espera del otro lado del río” (Dolto, 1990: 28).
4.2.
La necesidad de interrupción del rito de iniciación en Atreyu para posibilitar
su identificación con Bastian y la configuración del tema del doble.
El momento en el que el
médico Cairón llega a la Tribu de los Pieles Verdes, en busca del héroe Atreyu
coincide con el momento preciso en el que joven héroe está a punto de llevar a
cabo el rito de iniciación, a través del cual se convertirá en cazador y, por
tanto, será considerado uno más dentro de la población de la tribu.
La interrupción de ese rito
se vuelve fundamental en la trama de la novela, ya que es esa interrupción la
que permite ubicar a Atreyu y a Bastian de un mismo lado del mundo. El de los
jóvenes.
Al no haberse convertido en
cazador, el personaje de Atreyu sigue estando desprovisto de tanta legitimidad
como está desprovisto Bastian, quien de esta manera encuentra en Atreyu un par.
Uno que es capaz de hacer todo lo que él anhela.
El paso de la adultez de
Atreyu al mundo adulto, al mundo de los cazadores, en cambio, hubiera alejado
al personaje de la capacidad de representar la figura en la que se siente
atrapado Bastian: la de un niño al que se le ha quitado (ante la ausencia del
rito en las sociedades modernas) la posibilidad (tal como se le ha quitado a
Atreyu por medio de la interrupción de su caza) de ser reconocido como adulto.
De ser reconocido como un ser capaz de ser autónomo y de valerse por sí mismo.
Lo que equivale a decir, de valer.
Esta identificación,
posibilitada por la interrupción del rito de iniciación que empareja a ambos
personajes, se encuentra presente en el pasaje ya citado anteriormente (“A
pesar de todo, Bastian se alegraba de que, de esa forma, tuviera algo en común
con Atreyu” (Ende, 1993: Op. Cit.)), pero, además, y de manera mucho más
explícita, ante el desafío que debe enfrentar Atreyu frente a la Puerta del
Espejo Mágico:
Delante de él (…) la Puerta del Espejo Mágico. (…).
Contaba con que, como había descrito Énguivuck, se le aparecería en el espejo
alguna imagen espantosa de sí mismo, pero aquello –al haber dejado atrás todo
miedo- le parecía sin importancia.
No obstante, en lugar de una imagen aterradora vio
algo con lo que no había contado en absoluto y que tampoco pudo comprender. Vio
a un muchacho gordo de pálido rostro –aproximadamente de la misma edad que él-
que, con las piernas cruzadas, se sentaba en un lecho de colchonetas y leía un
libro. Estaba envuelto en unas mantas grises y desgarradas. Los ojos del
muchacho eran grandes y parecían muy tristes. (Ende, 1993: 101)
La imagen del muchacho reflejado en el espejo es la
imagen del propio Bastian, quien encuentra en la figura de Atreyu todos
aquellos atributos con los cuales a él le gustaría contar. Con la inclusión del
tema del doble, al aunar a ambos personajes en una sola imagen, lo que la
novela presenta son las diferentes configuraciones que puede alcanzar un mismo
joven, según cuál sea el trato que los adultos le brinden, y las herramientas
que le otorguen para poder dar cuenta del verdadero valor que reside en él.
4.3.
La lectura de la Historia interminable (libro tomado por Bastian antes de
escapar de la librería del señor Koreander) como rito o pasaje de iniciación en
el personaje de Bastian, a través del cual reconstruye su identidad y consigue
su legitimización dentro del mundo adulto.
En la segunda hipótesis de
este trabajo, lo que nos animamos a afirmar fue la existencia dentro de la
novela de un segundo rito iniciático, esta vez sí recorrido y finalizado con éxito.
Ese segundo pasaje o rito de iniciación consiste en la lectura que realiza
Bastian del libro robado al principio de la historia.
Es a través de esa lectura
que Bastian consigue recuperar el valor y su relación con el padre.
En las páginas finales, durante
el encuentro que el personaje tiene con su padre, la escucha que este realiza
de Bastian no aparece bajo la descripción de una conversación asimétrica entre
adulto y niño, sino como el diálogo de pares que han atravesado una misma
tragedia (sin duda, la de la muerte de la madre de Bastian). Si al principio de
la novela se describe la negación del padre hacia su hijo como un interlocutor
válido (“Bastian comprendía que su padre estaba triste. También él había
llorado entonces muchas noches. (…). Pero aquello había pasado poco a poco. Y,
después de todo, él estaba allí. ¿Por qué no hablaba su padre con él, por qué
no hablada de mamá, de cosas importantes, y no solamente de lo imprescindible?”
(Ende, 1993: 37); luego del reencuentro entre padre e hijo la conversación se
tornará posible: “Su padre lo escuchaba como nunca lo había escuchado.
Comprendía lo que Bastian le contaba”. (Ende, 1993: 413).
Además del reconocimiento
del padre hacia el hijo, como alguien cuyas palabras son dignas de ser escuchadas,
como alguien cuyas experiencias tienen valor, la transformación de Bastian se
hace evidente en la historia a partir de las elecciones que hace al momento de
enfrentar sus conflictos. Encerrado en la escuela, y sin nadie que le abra la
puerta, es la experiencia de haber atravesado con éxito el rito de iniciación,
lo que le otorga el coraje que posibilita su salida:
Bastian subió otra vez al primer piso y se dirigió a
la ventana. La abrió y salió afuera.
El andamio se componía sólo de vigas verticales, entre
las cuales, a intervalos fijos, había tablas horizontales. Las tablas se
balancearon con el peso de Bastian. Por un segundo sintió vértigo y tuvo miedo,
pero los dominó. Para quien había sido Rey de Perelín, no había problemas. (Ende, 1993: 412).
Ante el encuentro con el padre, y al momento de dar
explicaciones acerca de su ausencia, elije contar la verdad.
Y frente a la posibilidad de que su padre ocupe su
lugar, cuando decide de enfrentar al señor Koreander, Bastian rechaza el
ofrecimiento. Es en ese último acto, precisamente, en el que la transformación
de Bastian (llevada adelante por medio de la realización con éxito de su rito
iniciático) resulta finalmente confirmada.
El enfrenamiento con el librero, despreciador del
mundo infantil (es ese mismo personaje quien declara: “Mira, chico, yo no puedo
soportar a los niños. Ya sé que está de moda hacer muchos aspavientos cuando se
trata de vosotros… Pero eso no reza conmigo. No me gustan los niños en
absoluto.” (Ende, 1993: 8)) representa el enfrentamiento con el mundo adulto, y otorga a Bastian la oportunidad de demostrar
su capacidad para poder introducirse y luchar en ese mundo. Es en última
instancia, y fundamentalmente, aquel acto el que, finalmente, le otorga el
reconocimiento del padre:
Los ojos de Bastian brillaban. Luego dijo indeciso:
-Sin embargo, antes tengo que hacer otra cosa. Tengo
que ir a ver al señor Koreander y decirle que le robé el libro y que lo he
perdido.
El padre le cogió la mano.
-Oye Bastian: Si quieres puedo hacerlo por ti.
Batian movió la cabeza.
-No. -Decidió-. Es asunto mío. Quiero hacerlo yo
mismo. Y lo mejor es que lo haga enseguida.
Se levantó y se puso el abrigo. El padre no dijo nada,
pero en la mirada que lanzó a su hijo había sorpresa y respeto. El chico nunca
se había portado antes así.
-Creo –dijo finalmente le padre- que yo también
necesitaré algún tiempo para acostumbrarme a los cambios.
(Ende, 1993: 414-415).
5. Conclusiones.
En
la novela de Michael Ende las ideas volcadas por Francoise Dolto acerca de la
importancia de los ritos de iniciación y las consecuencias de su ausencia en
las sociedades occidentales modernas se ven reflejadas a partir de las acciones
que concadenan la historia y de las modalizaciones que se hacen presentes en el
discurso.
La
presencia del rito sirve, en primer lugar, para dar cuenta de los atributos
positivos del personaje de Atreyu. Es valiente, y está dispuesto a abandonar la
etapa de la niñez para ser reconocido como miembro de valor en su comunidad (el
pasaje de iniciación lo llevará a convertirse en un cazador).
Si
el rito de iniciación de Atreyu no alcanza a ser llevado a cabo, es porque la
historia requiere de la identificación entre los personajes para que la
narración avance. La interrupción, entonces, adquiere sentido porque, sin la
concreción del rito, Atreyu sigue permaneciendo dentro del mundo juvenil, ese
del cual Bastian no tiene forma de salir.
El
valor del rito propuesto por Dolto se encuentra reflejado a partir de los
atributos que la enunciación deposita en Atreyu, y en la transformación que
consigue realizar con éxito Bastian.
Es
el rito de iniciación el que alienta y promueve los rasgos de Atreyu que
Bastian anhela, y que él no es capaz de desarrollar ante la falta de incentivo
que su sociedad le propone para que estos sean considerados. La falta de
acompañamiento del mundo adulto hacia Bastian inhibe el desarrollo de sus
posibilidades como ser y lo aísla del mundo adulto.
Esta
falta de acompañamiento, provoca, asimismo, el aislamiento en el que se encuentra
el personaje de Bastian, sobre el cual se manifiesta Dolto en su análisis sobre
la juventud de las sociedades occidentales modernas.
Bastian
no puede poseer aquellos rasgos que provocan su admiración por Atreyu, porque
Bastian no cuenta con ningún rito o pasaje que lo aliente a desarrollar el
valor u otras cualidades que el día de mañana le permitirá entrar al mundo
adulto.
La situación original de Bastian, a
diferencia de la de Atreyu, coincide plenamente con la descripción que Dolto
realiza de los jóvenes, y será sólo luego de atravesar su propio rito
iniciático (representado en la novela por su lectura del libro robado) que
logrará superar la muerte de su infancia, y obtener el reconocimiento del mundo
adulto.
Es
así, que en la novela de Ende, el problema que presenta Dolto (en relación a la
ausencia de ritos de iniciación a través de los cuales los jóvenes puedan
incorporarse a la sociedad como pares de valor) es resuelto por la experiencia
transformadora de la literatura, que facilita, a Bastian, el descubrimiento de
aquellos atributos latentes en él, que por sí solo no hubiera sido capaz de
reconocer y de asumir como propios.
Bibliografía:
Fuentes:
Ende, Michael (1993): La historia interminable. R.B.A. Editores. Barcelona, España.
Bibliografía citada:
Barthes, Roland (2004): S/Z.
Siglo XXI Editores. Buenos Aires, Argentina.
Dolto, Francoise (1990): La causa de los
adolescentes. Seix Barral. Buenos Aires,
Argentina.
-----------------------
(1990b): La importancia de decirle a los
niños la verdad. Ed. Paidos. Buenos Aires, Argentina.
Ende, Michael
(1996): “Pensamientos de un indígena centroeuropeo”, en Carpeta de apuntes. Alfaguara. Buenos Aires, Argentina.
Gómez Robledo, Xavier (1980):
“El análisis textual de Roland Barthes”, ponencia presentada en el IV Coloquio Nacional Universitario sobre Lengua Escrita. Colima,
Colombia.
Muñoz Chacón, Sergio (2001): “En busca del Pater Familias: Construcción de identidad masculina
y paternidad en adolescentes y jóvenes”. En Adolescencia
y juventud en América Latina, Donas Burak, Solum (Comp.). Libro
Universitario Regional. Cartago, Costa Rica.
Otra
bibliografía consultada:
Balladini, Cecilia
(2012): “Ritos de
pasaje y de iniciación como búsqueda identitaria juvenil”,
en publicación virtual Observatorio de
jóvenes. Disponible en www.perio.unlp.edu.ar/node/175
(última visita 11/07/2018).
Fernández, Norma
(2013): “La previa: ritual tribal de la cultura actual”. Ponencia en Jornada anual Centro Oro.
Reguillo Cruz, Rosana
(2000): Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto.
Enciclopedia latinoamericana de sociocultura y comunicación. Editorial Norma.
Buenos Aires, Argentina.
Sánchez Parga, José
(2005): El
oficio del antropólogo: crítica de la razón (inter) cultural. Ed. Caap. Quito, Ecuador.
[1] La cita Olavarría se encuentra referida en
el artículo de Muñoz Chacón como: Olavarría
José. Adolescentes/jóvenes: qué poco sabemos de ellos. Chile, FLACSO Chile,
1999b. Red de masculinidad http://www.flacso.cl/masculinidad.htm#inicio
[2] “La
lexía en el análisis textual es el instrumento de trabajo, es una unidad de
lectura. (…).Se divide el texto en segmentos muy cortos, que son las lexías, y
se enumeran para facilitar el trabajo. Unas veces serán unas cuantas palabras,
o algunas frases, lo que sea más cómodo; basta que sea el mejor espacio posible
en donde se puedan observar los sentidos. Es una división empírica y
arbitraria. Su dimensión dependerá de la densidad de las connotaciones”. (Gómez
Robledo, 1980: 4).
[3]El padre le cogió de la mano.
- Oye,
Bastián: si quieres, puedo hacerlo por ti.
Bastián
movió la cabeza.
- No
-decidió-, es asunto mío. Quiero hacerlo yo mismo. Y lo mejor será que lo haga
enseguida.
Se levantó
y se puso el abrigo. El padre no dijo nada, pero en la mirada que lanzó a su
hijo había sorpresa y respeto. El chico nunca se había portado antes así.
- Creo
-dijo finalmente el padre- que yo también necesitaré algún tiempo para
acostumbrarme a los cambios. (Ende, 1992: 415).
[4] Ante las dudas de
Cairón acerca de Atreyu como posible salvador de Fantasía, y confundido por la
extraña elección de la Emperatriz Infantil, en su despedida de Atreyu, Cairón
cae en la cuenta del verdadero valor del personaje:
“El muchacho se volvió e iba a salir ya de la
tienda cuando el centauro lo llamó otra vez. Mientras estaban frente a frente
el viejo le puso ambas manos sobre los hombros, lo miró con una sonrisa
respetuosa en los ojos y dijo despacio: -Creo que empiezo a comprender por qué
te eligió la Emperatriz Infantil, Atreyu. (Ende, 1993: 46).